miércoles, 9 de julio de 2014

El cine en Cortázar (23). Thérèse Raquin y Le blé en Herbe

"Aquí me pasé la semana previa al trabajo viendo cine francés. Vi Thérèse Raquin, que me pareció excelente, y Le Blé Herbe, mucho menos lograda pero con momentos preciosos."

Carta a Eduardo Jonquières, Sábado 13 de noviembre de 1954.



lunes, 7 de julio de 2014

El cine en Cortázar (22). Un perro andaluz

"Naturalmente, la concentración especial de todo cuento bien logrado se les escapa, porque no es lo mismo estirarse en una butaca para ver Gone with the wind que agazaparse, tenso, para los dieciocho minutos terribles Un chien andolou".

Carta a Juan José Arreola
París, 20 de septiembre de 1954


sábado, 5 de julio de 2014

El cine en Cortázar (21). Gina Lollobrigida

"En Italia no vimos absolutamente nada, primero porque estábamos más pobres que dos ratones, y luego porque a los italianos les gusta su buen cine, y sólo quieren Lollobrigida (los comprendo) y cowboys y gangsters.

En cuanto a la gloriosa Gina, está tan de moda aquí que según parece en el argot parisién ciertas partes bastante codiciables de las damas se llaman ahora les lollos."

Carta a María Rocchi y Eduardo Jonquières
23 de agosto de 1954

jueves, 3 de julio de 2014

El cine en Cortázar (20). No toquéis la pasta, 1954

"La última vez que fuimos nos tocó Touchez pas au Grisbi, que está muy bien hecha y nada más."

Carta a Eduardo Jonquières y María Rocchi
París, 23 de agosto de 1954

lunes, 30 de junio de 2014

El cine en Cortázar (19). Que viva México,

"En la Cineteca vi Que viva México! de Eisenstein. No está mal. Ya que de cine te hablo, no hay nada que ver por el momento."

Carta a María Rocchi y Eduardo Jonquières
París, 23 de agosto de 1954


viernes, 27 de junio de 2014

El cine en Cortázar (18). La edad de oro, 1930

"Aquí en París la Cineteca tiene cosas excelentes, pero desgraciadamente no se puede ver nada porque la sala es horrible, con el piso horizontal, de modo que apenas se sientan dos o tres personas de torsos más o menos erguidos, lo único que se ven son unos recortecitos de película entre sus cogotes, orejas y rizos (si los tienen). De todos modos allí vi La edad de oro, que es una maravilla".


Carta a Eduardo Jonquières y María Rocchi
París, 23 de agosto de 1954



miércoles, 25 de junio de 2014

El cine en Cortázar (17). Los inútiles, 1953

"Empezamos a ponernos al día en materia de cine y teatro, empezando por el cine italiano que, naturalmente, hay que ver en París. I Vitelloni, que ocurre en un pueblito de la costa, es una excelente pintura de todos los pueblitos de este mundo, y en especial de los argentinos, que conozco bastante bien".

Carta a Damián Bayón
París 20 de julio de 1954


"Fuimos a ver una buena película italiana, I Vitelloni, de Fellini. Esas películas que en Italia uno no tiene ganas de ver, y que aquí, en cambio, se llenan de misterio y sugestión"

Carta a Eduardo Jonquières y María Rocchi
París, 24 de julio de 1954


"I Vitelloni, que vimos en París, nos pareció bastante bien"


Carta a Eduardo Jonquières y María Rocchi
París, 23 de agosto de 1954




lunes, 23 de junio de 2014

El cine en Cortázar (16). El gran circo Calder, 1927. 1954

"Querida María:
Te envidio la película sobre Calder, que es un bicho estupendo. Tal vez tengamos suerte y la podamos ver en casa de ustedes este verano. Es muy lindo saber que se puede hacer cine allí, siempre me ha parecido más agradable el cine en casa que en las frías salas comerciales."

Carta a Eduardo Jonquières y María Rocchi
París, 23 de agosto de 1954


 

sábado, 21 de junio de 2014

El cine en Cortázar (15). La puerta del infierno, 1953

"Estamos esperando que La puerta del infierno, una película japonesa de la que se habla con admiración, cruce a la orilla izquierda."

Carta a Eduardo Jonquières y María Rocchi
París, 24 de julio de 1954

jueves, 19 de junio de 2014

El cine en Cortázar (14). Candilejas, 1952.

"Y luego, hace dos días, está aquí, Limelight, el film de Chaplin, que ha dejado asombrado a Londres. Ya te contaré".

Carta a Eduardo Jonquières
31 de octubre de 1952


martes, 17 de junio de 2014

El Cine en Cortázar (13). Rashomon, 1950

"Rashomon (La puerta de los demonios), el film japonés premiado en la Bienal, tiene escenas increíbles".

Carta a Eduardo Jonquières
París, 31 de octubre de 1952

domingo, 15 de junio de 2014

El Cine en Cortázar (12). Un sólo verano de felicidad, 1951.

"Elle n'a dansé qu'un seul été es un film sueco de una belleza clara y fría, con unos amantes que acaban por unirse a orillas de un lago, después de imágenes donde los cuerpos desnudos si Dios, furioso por el truco de la poma, no se hubiera aliado por la eternidad con la casa Perramus".

Carta a Eduardo Jonquiéres
París, 31 de octubre de 1952

viernes, 13 de junio de 2014

El Cine en Cortázar (11). Juegos prohibidos, 1952

"Tu idea de dar cine para los amigos en tu casa me da una gran alegría (y nostalgia). Me imagino lo que será el panorama de las salas porteñas... Aquí se están viendo cosas hermosas: Jeux interdits, el film de René Clément, es asombroso de frescura, magia y horrror, tout ensemble."

Carta a Eduardo Jonquiéres
París, 31 de octubre de 1952

miércoles, 11 de junio de 2014

El Cine en Cortázar (10). Los olvidados

"Pienso que habrá recibido unas páginas sobre una hermosa película de Buñuel, que le di a Victoria y que ella me dijo que le enviaría".

Carta a José Blanco
París, 7 de enero de 1952


"Me complace que te guste la nota sobre Los olvidados, yo también creo que está bien".

Carta a Eduardo Jonquières y María Rocchi
París, 30 de julio de 1952



Artículo en la Revista Sur, nº 209-210, marzo-abril de 1952: (Pulsar aquí)

"Con todo lo que me gustan los perros, siempre se me ha escapado el andaluz de Buñuel. Tampoco conozco La edad de oro, Buñuel-Dalí, Buñuel-Cocteau. Buñuel alegres años surrealistas: de todo tuve noticias en su día y a la manera fabulosa, como en el final de Anabase: “Mais de mon frere le poete on a eu des novelles... Et quelques-uns en eurent connaissance...”. De pronto, sobre un trapo blanco en una salida de París, cuando casi no iba a creerlo, Buñuel cara a cara. Mi hermano el poeta ahí, tirándome imágenes como los chicos tiran piedras, los chicos dentro de las imágenes de Los olvidados, un film mexicano de Luis Buñuel.

He aquí que todo va bien en un arrabal de la ciudad, es decir que la pobreza y la promiscuidad no alteran el orden, y los ciegos pueden cantar y pedir limosna en las plazas, mientras los adolescentes juegan a los toros en un baldío reseco, dándole tiempo de sobra a Gabriel Figueroa para que los filme a su gusto. Las formas se cumplen satisfactoriamente. El arrabal y los gendarmes de facción se miran casi en paz. Entonces entra el Jaibo.

El Jaibo se ha escapado de la correccional y vuelve entre los suyos, a la pandilla sin dinero y sin tabaco. Trae consigo la sabiduría de la cárcel, el deseo de venganza, la voluntad de poderío. El Jaibo se ha quitado la niñez de encima con un sacudón de hombros. Entra en su arrabal al modo del alba en la noche, para revelar la figura de las cosas, el color verdadero de los gatos, el tamaño exacto de los cuchillos en la fuerza exacta de las manos. El Jaibo es un ángel: ante él ya nadie puede dejar de mostrarse como verdaderamente es. Una pedrada en la cara del ciego que cantaba en la plaza, y la fina película de las formas se traza en mil astillas, caen los disimulos y las letanías, el arrabal brinca en escena y juega el gran juego de su realidad. El Jaibo es el que cita al toro, y si la muerte alcanza también para él, poco importa; lo que cuenta es la máquina desencadenada, la hermosura infernal de los pitones que se alzan de pronto a su razón de ser.

Así se instala el horror en plena calle en una doble medida: el horror de lo que sucede, de eso que, claro, siempre sería menos horrible leído en el diario o visto en una película para uso de delfines; y el horror de estar clavado en la platea bajo la mirada del Jaibo-Buñuel, de ser más que testigo, de ser -si se tiene la honradez suficiente- cómplice. El Jaibo es un ángel, y bien se nos ve en la cara cuando nos miramos unos a otros al salir del cine.

El programa general de Los olvidados no pasa y no quiere pasar de una seca mostración. Buñuel o el antipatetismo: nada de enfoques de agonía al modo de la de Kiksi (En cualquier lugar de Europa) o la documentación detallada de un caso (La búsqueda). Aquí los chicos mueren a palos y sin pérdida de tiempo, se pierden en las callejas sin más bienes que un talismán al cuello y un sarape al hombro: aparecen y sucumben como las gentes que encontramos y perdemos en los tranvías; a propósito para que sintamos nuestra ajenidad responsable.

Buñuel nos da tiempo a pensar, de querer hacer algo por lo menos con un movimiento de conciencia. El Jaibo tira de los hilos. La cosa sigue. “Demasiado tarde”, ríe el ángel feroz. “Debiste pensarlo antes. Míralos ahora morir, envilecerse, rodar entre basuras”. Y nos lleva delicadamente por la pesadilla. Primero a una calesita empujada por niños jadeantes y extenuados, en la que otros niños que pagan montan los caballitos con dura alegría de reyes. Después de un camino desierto donde una pandilla se ensaña con un ciego, a una calle donde asaltan a un hombre sin piernas y lo dejan de espaldas en el suelo, monstruoso de impotencia y angustia mientras su carrito de ruedas se pierde calle abajo. Una a una, las figuras del drama caen en su nivel básico, el más bajo, el que las formas disimulan. Gentes a las que teníamos un algo de confianza se envilecen a última hora.
Hay tres inocentes totales, y son tres niños. Uno, “Ojitos”, se perderá en la noche con su talismán al cuello, envejecido a los diez años; otro, Pedro, está a punto de salvarse; pero Jaibo vela y le devuelve su destino, el morir a palos en un pajar; el tercero, Metche, la niña rubia, recibirá la primera gran lección de vida a cargo de su abuelo: tendrá que ayudarlo a llevar a escondidas el cadáver de Pedro hasta un vaciadero de basuras, donde rodará con todos nosotros en la última escena de la obra. Entre tanto la policía mata al Jaibo, pero se siente que esta reivindicación de las formas sociales es todavía más monstruosa que los dramas desencadenados por él; ahogado el niño, María tapa el pozo. Preferimos al Jaibo, que nos lo ha hecho ver, que nos da la dimensión del pozo a tapar antes que otros niños caigan.

Aquí en París se ha reprochado a Buñuel su evidente crueldad, su sadismo. Los que lo hacen tienen razón y buen gusto, es decir que esgrimen armas dialécticas y estéticas. Personalmente opto aquí por las armas que se emplean en las faenas de la película; no sé que un asesinato sugerido por gritos y sombras sea más meritorio o excusable que la visión directa de lo que ocurre. En el Journal de Ernst Junger, que acaba de publicarse aquí, el autor y sus amigos del comando alemán “oyen hablar” de las cámaras letales donde se extermina a los judíos, cosa que les produce “marcada desazón” porque podría ocurrir que fuese cierto... Así también los escamoteos del horror desazonan parsimoniosamente a los públicos; por eso es bueno que de tiempo en tiempo a un señor se le atraviese el asado y la pera melba, y para eso está Buñuel. Yo le debo una de las peores noches de mi vida, y ojalá mi insomnio, padre de esta nota, valga en otros para obra más directa y fecunda.

No creo demasiado en la docencia del cine, pero sí en la lenta maduración de testimonios. Un testimonio vale en sí, no por su intención ejemplarizadora. Los olvidados barre con la mayoría de las películas convencionales sobre problemas de infancia: acabar con ella sitúa y delimita su propia importancia. Como ciertos hombres y ciertas cosas, es un faro al modo que lo entendía Baudelaire; quizá su proyección en las pantallas del mundo lo convierta en “un crí répéte par mille sentinelles...”
Esta noche me acuerdo del señor Valdemar. Como las gentes del arrabal de Buñuel, como el estado universal de cosas que lo hace posible, el señor Valdemar está ya descompuesto, pero la hipnosis (imposición de una forma ajena, de un orden que no es el suyo propio) lo retiene en una estafa de vida, una apariencia satisfactoria. El señor Valdemar está todavía de nuestro lado, y todos rodeamos el lecho del señor Valdemar.
Entonces entra el Jaibo."

lunes, 9 de junio de 2014

El Cine en Cortázar (9). La dama fantasma, 1944

"Al cine he ido poco, prefiero los parques y los cerros. Alcancé con todo a ver una película que, aunque modesta, me pareció excelente por el "clima" que alcanza en algunas escenas: La dama fantasma, con Ella Raines y Franchot Tone."

Carta a Rosa Luisa Varlizio
28 de noviembre de 1944, Mendoza.

 

sábado, 7 de junio de 2014

El Cine en Cortázar (8). Si yo tuviera un millón, 1932

"Aquí hay muchos cines, y todos emplean sus carteleras en la loable tarea de perpetrar cine mejicano. Es sencillamente infame. Mis tareas no me permitieron ir a ver Bernadette, pero en cambio tuve el gusto de re-ver  Si yo tuviera un millón (¿te acuerdas?) que todavía conserva su sabor en algunas partes."

Carta a Eduardo Hugo Castagnino

Mendoza, 9 de noviembre de 1944




jueves, 5 de junio de 2014

El cine en Cortázar (7). Soñando despierto / Up in armas, 1944

"If you need a little laugh, go and see Danny Kaye in Soñando Despierto".

Carta a Mercedes Arias
Mendoza, 24 de septiembre de 1944

"¿Quieres un buen tratamiento para tu surmenage? Anda a ver a Danny Kaye en Soñando despierto; te reirás inmensamente, creo que es la mejor película musical de estos tiempos. El tipo es sencillamente fantástico".

Carta a Eduardo Hugo Castagnino
Mendoza, 9 de noviembre de 1944



martes, 3 de junio de 2014

El cine en Cortázar (6). Casablanca, 1942

"Se anuncia ocho o diez películas excelentes, y entre ellas Casablanca, que por fin podré ver... (Si no me trasladan otra vez de un día para otro, cosa que espero no ocurrirá)."

Carta a Rosa Luisa Varzilio

Mendoza, 18 de julio de 1944.


domingo, 1 de junio de 2014

El Cine en Cortázar (5). Madame Curie (1943) y Los verdugos también mueren (1943).

"Una noticia que le interesará: hay espléndidos cines en Mendoza, y los últimos estrenos de Buenos Aires. Anoche vi Madame Curie (¡véala!) y hace dos días Los verdugos también mueren."

Carta a Rosa Luisa Varzilio.

Mendoza, 18 de julio de 1944.

 

viernes, 30 de mayo de 2014

El Cine en Cortázar (4). Untel père et fils / Inmortal France, 1943

"Hace tres días, en Buenos Aires, fui a ver La France éternelle, la película de Julien Duvivier que tan novelescamente escapó de la censura nazi cuando la caída de París. Es una hermosa obra, que Marcela y usted verían con infinita emoción; la historia de una familia francesa desde la guerra del 70 hasta los comienzos de ésta. Cada escena está transida de angustia, de derrota moral; pero también hay en ella la segura esperanza de una resurrección, de un salvarse de las puertas de un mundo decadente. ¿Darán esa película en Bolívar? Lo dudo, pero acaso en una visita a la capital puedan ustedes asistir a ella."

Carta a Lucienne Chavance de Duprant

Chivilcoy, 10 de septiembre de 1943


miércoles, 28 de mayo de 2014

El Cine en Cortázar (3). The Little Whirlwind, 1941

"Vi, justamente ayer, un dibujo de Disney que se llama (por cierto tontamente) LA TROMBA SABIA. Si lo ve anunciado en algún cine de actualidades, entre de inmediato, y no lo lamentará. Disney muestra a una pequeña tromba de aire, color castaño (podría ser “Jennie with the light brown hair”) que se complace en travesuras sin cuento, con no poca desesperación de Mickey Mouse, jardinero ejemplar, empeñado en recoger las hojas secas a cambio de un pastel que Minnie está preparando. Pero he aquí que la trombita —qué lindo queda el diminutivo— le desarregla sus pirámides de hojas secas, le arranca las herramientas de las manos, lo tortura en toda forma, hasta que el bondadoso Mickey pierde la paciencia y la emprende a escobazos con su traviesa enemiga. Y entonces ocurre lo inesperado, lo que tiene mágica presencia de Poesía. La trombita huye, perseguida por Mickey, y se la ve desaparecer tras una ondulación del camino. Y en ese instante, cuando el orgulloso vencedor emprende el regreso, se oye un rugido terrible, y aparece… Mamá Tromba, negra y amenazante, seguida de su hijita que le ha ido con el cuento de la persecución. El resto interesa poco, pero no puedo olvidarme de la gracia que respira la idea, la personificación de esos elementos naturales, elevados a categoría poética…Es la mitología de nuestro siglo; nadie cree en ella, pero tampoco los antiguos creyeron mucho tiempo en Poseidón y Eolo."


Carta a Mercedes Arias.
Chivilcoy, 22 de octubre de 1941



lunes, 26 de mayo de 2014

El cine en Cortázar (II). "Los verdes pastos"

"Fui a Cine-Arte para ver Green Pastures. ¿La conocía usted? Es sencillamente admirable. ¡Cuánta razón tenía Borges cuando lo alabó hace tres años! Hay una escena, que a él no se le escapó tampoco, que es maravillosa. The Lawd se pasea, con se rancho de paja, su levita y su cigarro, por unos prados llenos de flores. Cuando pasa al lado de un banco de margaritas, las mira dulcemente, y se dirige a ellas para preguntarles cómo les va. Las flores se estremecen como si las meciera la brisa, y un coro de finas voces responde: "We`re O.K. Lawn...".

Carta a Mercedes Arias
Chivilcoy, 22 de octubre de 1941

sábado, 24 de mayo de 2014

El cine en Cortázar. (1) "Las uvas de la ira"

"Vi The grapes of wrath; creo que es una obra extraordinaria, y después de ésta nadie podrá acusar a los yanquis de andar ocultando sus problemas. Tengo que leer el libro, of course..."

Carta a Mercedes Arias

Chivilcoy, 9 de septiembre de 1940