jueves, 1 de agosto de 2013

Barbarroja de Kurosawa en Alan Pauls


(...) y por Bueno él entiende grosso modo el rango de sentimientos positivos que otros suelen llamar bondad humana, el más famoso, hasta donde él sepa, el cineasta japonés Akira Kurosawa, de quien ve y admira toda la obra con una sola excepción, la película precisamente llamada Bondad humana -Barbarroja-.
Ese mero título, y poco importa lo bien que sepa que no ha nacido de la cabeza de Kurosawa sino de la del distribuidor local, basta para mantenerlo alejado de los cines donde la exhiben, y esto no sólo contra la opinión general, siempre sensible a
la alianza extorsiva entre bondad y humanidad, o los elogios desvergonzados con que la crítica celebra su estreno, sino contra el arrobamiento de su padre, que en un primer momento, citando sin saberlo las palabras de los mismos críticos que viernes a viernes condena a arder en el infierno por ineptos, no duda en considerarla «la obra
cumbre» de Kurosawa y objeta la reticencia de su hijo con escándalo, pero algunos años después, cuando la sustancia del conflicto ya es historia pero no su forma, recicla su vieja indignación en una gran escena de humor repetitivo, por otro lado su género predilecto de humor. El gag, que no tarda en volverse clásico, consiste básicamente en llamarlo por teléfono cada jueves, día de estre nos de cine en Buenos Aires, y antes de decirle nada, antes incluso de saludarlo, preguntarle a boca de jarro: «¿Y? ¿Al final fuiste a ver Bondad humana?», así cada jueves de cada semana, hasta que él alcanza la mayoría de edad y al jueves siguiente, después de hacerse asesorar por un conocido con alguna experiencia en cuestiones legales, atiende el teléfono y adivina la voz de su padre sin necesidad de oírla, y antes de que articule una vez más la pregunta de rigor, si al final fue a ver, etcétera, lo amenaza con mandarlo a la cárcel porabuso psicológico reiterad.
Historia del llanto. Ala Pauls


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