miércoles, 30 de mayo de 2012

lunes, 28 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 133 o capítulo 55


Ornette Coleman. T&T

Qué importa –repitió Traveler-. Tenés mucha razón. Lo hermoso es que exista la posibilidad de un mundo donde haya detectives andantes, de petición y de acotación.



Erroll Garner. Laura.

Yo creo que el miedo que siente es como el útlimo refugio, el barrote donde tiene las manos prendidas antes de tirarse. Está tan contento de tener miedo esta noche.

domingo, 27 de mayo de 2012

Los olvidados, LUIS BUÑUEL, 1951. De nuevo para Octavio Paz

Después de un silencio de muchos años, Buñuel presenta una nueva película: Los olvidados. Si se comparan a esta cinta las realizadas con Salvador Dalí, sorprende sobre todo el rigor con que Buñuel lleva hasta sus límites extremos sus primeras intuiciones. Por una parte, Los olvidados representan un momento de madurez artística; por la otra, de mayor y más total desesperación: la puerta del sueño parece cerrada para siempre; solo queda abierta la de la sangre. Sin renegar de la gran experiencia de su juventud, pero consciente del cambio de los tiempos –que ha hecho más espesa esa realidad que denunciaba en sus primeras obras–, Buñuel construye una película en la que la acción es precisa como un mecanismo, alucinante como un sueño, implacable como la marcha silenciosa de la lava. El argumento de Los olvidados –la infancia delincuente– ha sido extraído de los archivos penales. Sus personajes son nuestros contemporáneos y tienen la edad de nuestros hijos. Pero Los olvidados es algo más que un film realista. El sueño, el deseo, el horror, el delirio y el azar, la porción nocturna de la vida, también tienen su parte. Y el peso de la realidad que nos muestra es de tal modo atroz, que acaba por parecernos imposible, insoportable. Y así es: la realidad es insoportable; y por eso, porque no la soporta, el hombre mata y muere, ama y crea.






La más rigurosa economía artística rige a Los olvidados. A mayor condensación corresponde siempre una más intensa explosión. Por eso es una película sin “estrellas”; por eso, también la discreción del “fondo musical”, que no pretende usurpar lo que en el cine la música le debe a los ojos; y finalmente, el desdén por el color local. Dando la espalda a la tentación del impresionante paisaje mexicano, la escenografía se reduce a la desolación sórdida e insignificante, mas siempre implacable, de un paisaje urbano. El espacio físico y humano en que se desarrolla el drama no puede ser más cerrado: la vida y la muerte de unos niños entregados a su propia fatalidad, entre los cuatro muros del abandono. La cuidad, con todo lo que esta palabra entraña de solidaridad humana, es lo ajeno y lo extraño. Lo que llamamos civilización no es para ellos sino un muro, un gran No que cierra el paso. Esos niños son mexicanos pero podrían ser de otro país, habitar un suburbio cualquiera de otra gran ciudad. En cierto modo no viven en México, ni en ninguna parte: son los olvidados, los habitantes de esas waste lands que cada urbe moderna engendra a sus costados. Mundo cerrado sobre sí mismo, donde todos los actos son circulares y todos los pasos nos hacen volver a nuestro punto de partida. Nadie puede salir de allí, ni de sí mismo, sino por la calle larga de la muerte. El azar, que en otros mundos abre puertas, aquí las cierra.



La presencia continua del azar posee en Los olvidados una significación especial, que prohíbe confundirlo con la muerte. El azar que rige la acción de los héroes se presenta como una necesidad que, sin embargo, pudiera no haber ocurrido. (¿Por qué no llamarlo entonces con su verdadero nombre, como en la tragedia: destino?) La vieja fatalidad vuelva a funcionar, solo que despojada de sus atributos sobrenaturales: ahora nos enfrentamos a una fatalidad social y psicológica. O, para emplear la palabra mágica de nuestro tiempo, el nuevo fetiche intelectual: una fatalidad histórica. No basta, sin embargo, con que la sociedad, la historia o las circunstancias se muestren hostiles a los héroes; para que la catástrofe se produzca es necesario que esos determinantes coincidan con la voluntad de los hombres. Pedro lucha contra el azar, contra su mala suerte o mala sombra, encarnada en el Jaibo; cuando, cercado, la acepta y la afronta, transforma la fatalidad en destino. Muere, pero hace suya su muerte. El choque entre la conciencia humana y la fatalidad externa constituye la esencia del acto trágico. Buñuel ha redescubierto esta ambigüedad fundamental: sin la complicidad humana el destino no se cumple y la tragedia es imposible. La fatalidad ostenta la máscara de la libertad.; ésta, la del destino.






Los olvidados no es un film documental. Tampoco es una película de tesis, de propaganda o de moral. Aunque ninguna prédica empaña su admirable objetividad, sería calumnioso decir que se trata de un film estético, en el que solo cuentan los valores artísticos. Lejos del realismo (social, psicológico y edificante) y del esteticismo, la película de Buñuel se inscribe en la tradición de un arte pasional y feroz, contenido y delirante, que reclama como antecedentes a Goya y a Posada, quizá los artistas plásticos que han llevado más lejos el humor negro. Lava fría, hielo volcánico. A pesar de la universalidad de su tema, de la ausencia de color local y de la extrema desnudez de su construcción, Los olvidados posee un acento que no hay más remedio que llamar racial (en el sentido en que los toros tienen “casta”). La miseria y el abandono pueden darse en cualquier parte del mundo, pero la pasión encarnizada con que están descritas pertenece al gran arte español. Ese mendigo ciego ya lo hemos visto en la picaresca española. Esas mujeres, esos borrachos, esos cretinos, esos asesinos, esos inocentes, los hemos visto en Quevedo y en Galdós, los vislumbramos en Cervantes, los han retratado Velásquez y Murillo. Esos palos –palos de ciego– son los mismos que se oyen en todo el teatro español. Y los niños, los olvidados, su mitología, su rebeldía pasiva, su lealtad suicida, su dulzura que relampaguea, su ternura llena de ferocidades exquisitas, su desgarrada afirmación de sí mismos en y para la muerte, su búsqueda sin fin de la comunión –aun a través del crimen– no son ni pueden ser sino mexicanos. Así, en la escena clave de la película –la escena onírica– el tema de la madre se resuelve en la cena en común, en el festín sagrado. Quizá sin proponérselo, Buñuel descubre en el sueño de sus héroes las imágenes arquetípicas del pueblo mexicano: Coaticlue y el sacrificio. El tema de la madre, que es una de las obsesiones mexicanas, está ligado inexorablemente al de la fraternidad, al de la amistad hasta la muerte. Ambos constituyen el fondo secreto de esta película. El mundo de Los olvidados está poblado por huérfanos, por solitarios que buscan la comunión y que para encontrarla no retroceden ante la sangre. La búsqueda del “otro”, de nuestro semejante, es la otra cara de la búsqueda de la madre. O la aceptación de su ausencia definitiva: el sabernos solos. Pedro, el Jaibo y sus compañeros nos revelan así la naturaleza última del hombre, que quizá consista en una permanente y constante orfandad.







Testimonio de nuestro tiempo, el valor moral de Los olvidados no tiene relación alguna con la propaganda. El arte, cuando es libre, es testimonio, conciencia. La obra de Buñuel es una prueba de lo que pueden hacer el talento creador y la conciencia artística cuando nada, excepto su propia libertad, los constriñe o coacciona.






Octavio Paz, Cannes, 1951, publicado en Las peras del olmo, 1957 y reeditado en Las palabras y los días, 2008.

sábado, 26 de mayo de 2012

Las Hurdes, Tierra sin pan, 1932. LUIS BUÑUEL. Desde Octavio Paz.

Un poco después Buñuel exhibe Tierra sin pan, un film documental que en su género es también una obra maestra. En esta película el poeta Buñuel se retira; calla, para que la realidad hable por sí sola. Si el tema de los films surrealistas de Buñuel es la lucha del hombre contra una realidad que lo asfixia y mutila, el de Tierra sin pan es el del triunfo embrutecedor de esa misma realidad. Así este documental es el necesario complemento de sus creaciones anteriores. Él las explica y las justifica. Por caminos distintos Buñuel prosigue su lucha encarnizada con la realidad. Contra ella, mejor dicho. 






Su realismo, como el de la mejor tradición española –Goya, Quevedo, la novela picaresca, Valle-Inclán, Picasso– consiste en un despiadado cuerpo a cuerpo con la realidad. Al abrazarla, la desuella. De allí que su arte no tenga parentesco alguno con las descripciones más o menos tendenciosas, sentimentales o estéticas, de lo que comúnmente se llama realismo. Por el contrario, toda su obra tiende a provocar la erupción de algo secreto y precioso, terrible y puro, escondido precisamente por nuestra realidad. Sirviéndose del sueño y de la poesía o utilizando los medios del relato fílmico, el poeta Buñuel desciende al fondo del hombre, a su intimidad más radical e inexpresada.





Octavio Paz, Cannes, 1951, publicado en Las peras del olmo, 1957 y reeditado en Las palabras y los días, 2008.

viernes, 25 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 129

Edgard Varese. Ecuatorial.

Los humanos vivientes en la etapa segunda mismamente, en aquellos mismos días, no atinaban mayormente de pensar en la etapa primera.

jueves, 24 de mayo de 2012

El último tango en París, BERNARDO BERTOLUCCI, 1972, en versos de Horacio Salas


Los zopilotes sobrevuelan las tejas coloniales
como buitres sobre la carroña del desierto
y desde el Monumento a la Paz que los reflectores recortan en la
          noche
se puede ver Tegucigalpa su catedral su estadio
la iglesia de terracota sobre un monte entre avisos de Coca-Cola
disfrute Coca-Cola o Pepsi Kent Malboro o Lucky Strike
Juzcelino mestizo como el 92 por ciento de sus compatriotas
explica que los zopilotes son benéficos
porque sólo comen animales muertos
 o enfermosos —precisa— cuando viene el verano
los nazis matan niños en Treblinka
y en Chile están acribillando adolescentes
muchachos que tiritan contra la madrugada
y en el pequeño cine más chico que el Odeón de mi infancia
las gotas caen acompasadamente en la butaca
y Marlon Brando puede amarla con furia contra el piso
en esta ciudad donde la Virgen de Supaya se apareció en 1747
y alguien pidió hace doscientos años a San Miguel Arcángel
ven en auxilio del pueblo que Dios te ha confiado
First National City BanK travellers checks y cambio
la sangre tiñe las paredes las toallas los blancos azulejos
como el guardapolvo del partero cuando anunció
el nacimiento de mis hijos
pero olvidemos todo lo que hicimos que todo quede fuera
el subterráneo que trepa por París como los trenes sobre los puentes
          de Palermo
el coronel que supo enseñarle a su perro a distinguir el perfume de un
          árabe
por el olor del desierto será seguramente
el olor de las barracas de Auschwitz
el olor del Estadio Nacional de Santiago
el olor de la morgue un 22 de agosto
el olor de la quema sobre José León Suárez
aquella noche exacta te acordás
mientras yo te repetía mi amor contra el oído
y la lucha quedaba a cientos de kilómetros
o sólo a algunas cuadras
(...)


HORACIO SALAS. Last tango en Tegucigalpa

miércoles, 23 de mayo de 2012

La edad de oro. Luis Buñuel, 1930, ante Octavio Paz

La aparición de La edad de oro y El perro andaluz señalan la primera irrupción deliberada de la poesía en el arte cinematográfico. Las nupcias entre la imagen fílmica y la imagen poética, creadoras de una nueva realidad, tenían que parecer escandalosas y subversivas. Lo eran. El carácter subversivo de los primeros films de Buñuel reside en que, apenas tocadas por las manos de la poesía, se desmoronan las fantasmales convenciones (sociales, morales o artísticas) de que está hecha nuestra realidad. Y de esas ruinas surge una nueva verdad, la del hombre y su deseo. 




Buñuel nos muestra que ese hombre maniatado puede, con solo cerrar los ojos, hacer saltar el mundo. Esos films son un ataque feroz a la llamada realidad; son la revelación de otra realidad humillada por la civilización contemporánea. El hombre de La edad de oro duerme en cada uno de nosotros y solo espera un signo para despertar: el del amor. Esta película es una de las pocas tentativas del arte moderno para revelar el rostro terrible del amor en libertad.




Octavio Paz, Cannes, 1951, publicado en Las peras del olmo, 1957 y reeditado en Las palabras y los días, 2008.

martes, 22 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 54

Astor Piazzola. La rayuela

Talita había entrado y vuelto a salir, atraída por la rayuela, y esa ruptura de un segundo entre el pasaje y la reaparición había bastado para engañarlo como aquella otra noche en la proa del barco, como a lo mejor tantas otras noches.



John Coltrane. Part 1 Acknowledgement. A Love Supreme.

…era de imaginar la conversación con el viejo de la paloma, uno de esos seudodiálogos en que al interlocutor lo tiene sin cuidado que el otro hable o no hable siempre que esté ahí delante, siempre que haya algo ahí delante, cualquier cosa, una cara, unos pies saliendo del hielo.

Andá a saber si no sos vos la que esta noche me escupe tanta lástima. Andá a saber si en el fondo no hay que llorar de amor hasta llenar cuatro o cinco palanganas. O que te las lloren, como te las están llorando…



Charlie Parker. I Cant Get Started.

Y tampoco su beso era para ella, no ocurría allí grotescamente al lado de una heladera llena de muertos, a tan poca distancia de Manú durmiendo. Se estaban como alcanzando desde otra parte, con otra parte de sí mismos, y no era de ellos que se trataba, como si estuvieran pagando o cobrando algo por nosotros, como si fueran los golems de un encuentro imposible entre sus dueños.



Christoph W. Gluck. Orfeo y Eurídice.

Estaba en su pequeño, cómodo Hades refrigerado, pero no había ninguna Eurídice que buscar…

lunes, 21 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulos 66 y 149

Erik Satie. Peccadilles importunes.

En el fondo sabía que no se puede ir más allá porque no lo hay.

Mis pasos en esta calle, resuenan en otra calle, donde oigo mis pasos pasar en este calle, donde sólo es real la niebla.

domingo, 20 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 53

Schoenberg. Noche transfigurada, Op. 4. Molto rallentando

…una delegación de enfermos había despedido a los salientes con gritos de: “¡Se murió el perro, se murió el perro!”, lo que no les había impedido presentar una carta con cinco firmas a Ferraguto, reclamando chocolate, el diario de la tarde y la muerte del perro.

Sin experiencia, sin verdaderas ganas, sin nada: el hombre era verdaderamente el animal que se acostumbra hasta a no estar acostumbrado.

sábado, 19 de mayo de 2012

Los olvidados. LUIS BUÑUEL, 1951. Desde una carta de Octavio Paz a Don Luis


Querido Buñuel:

Ayer presentamos Los olvidados. Creo que la batalla con el público y la crítica la hemos ganado. Mejor dicho, la ha ganado su película. No sé si el Jurado le otorgará el Gran Premio. Lo que si es indudable es que todo el mundo consideraba que —por lo menos hasta ahora— Los olvidados es la mejor película exhibida en el Festival.Así, tenemos seguro (con, naturalmente, las reservas, sorpresas y combinaciones de última hora) un premio.
Ahora le contaré un poco cómo pasaron las cosas. El día 1 de abril (apenas supe que era delegado gubernamental entrevisté a Karal, delegado de la industria, o de los distribuidores, no sé aún a ciencia cierta). Karal y su mujer se mostraban totalmente escépticos. No solamente no creían en su película, sino que adiviné que no les gustaba. Claro que me pareció inútil discutir con ellos. Sabía que en ocho días —y ante opiniones de gente que ellos consideraban— cambiarían. Así ocurrió. Ahora Karal proclama que Los olvidados obtendrán el gran premio.

Cuando llegué a Cannes el 3 me di cuenta de que ni México ni Karal habían preparado la presentación. No teníamos folletos, publicaciones, nada. Tampoco se había hecho la menor propaganda, ni se había utilizado la admiración y amistad que aquí se le profesa. Mi primera preocupación fue movilizar la opinión. Por fortuna, el mismo día 3 encontré varios amigos (periodistas y cineastas) que con todo desinterés —y por amistad hacía su obra— se dedicaron a hacer de Los olvidados «el film del Festival». Entre ellos debo mencionar a Simone Rebreuilh (amiga suya), Kyrou (un chico amigo de Breton), Fréderic y Langlois (de la Cinemateca), etc. En primer término visitaron a Jacques Prévert (que se ha portado de un modo maravilloso). Logramos la colaboración de Jean Cocteau y Marc Chagall. (Picasso, que prometió asistir, no pudo o no quiso —¿política de partido?— concurrir a la representación. De todos modos sus amigos estuvieron con nosotros). Movilizamos también a la prensa, señalando a los conocidos que se trataba de una gran película. Cocteau llamó varias veces a la Secretaria General, pidiendo folletos, etc. Finalmente, 24 horas antes, distribuimos el texto que escribí sobre usted. En suma, creamos una atmósfera de expectación. Hay que decir que Karal los últimos días, despertó y nos ayudó. Dancingers se presentó a última hora y —aunque tarde— también fue eficaz.

Ayer el teatro estaba lleno como en sus grandes días. Algo iba a pasar. Distribuimos a nuestros amigos estratégicamente. Pero no hubo batalla. Su película fue aclamada, aunque —claro está— parece que hay incomprensiones: los refinados, algún grupo comunista (esto último no lo puedo asegurar, aunque me dicen que Sadoul encontró el film demasiado negativo e inutilizable). El público aplaudió varios fragmentos: el del sueño, la escena erótica entre el Jaibo y la madre, la del pederasta y Pedro, el diálogo entre Pedro y su madre, etc. Al final, grandes aplausos. Pero sobre todo, una profunda, hermosa emoción. Salimos, como se dice en español, con la garganta seca. Hubo un momento —cuando el Jaibo quiere sacarle los ojos a Pedro— que algunos sisearon. Fueron callados por los aplausos.
Los comentarios no pueden ser más entusiastas. Prévert declaró que era la mejor película que había visto en los últimos diez años. Cocteau citó a Goethe, quien había afirmado que el mejor músico de su época era Beethoven [sic]. ¿Y Mozart? le dijeron: «—Mozart no es el primero, ni el segundo. Es único, está aparte». Así dijo de Buñuel. Ni es el primero, ni el segundo: es único. Está solo— Pudovkin afirmó que se trataba de un gran film lleno de optimismo en los valores humanos [*]. Esta opinión desconcertará a los periodistas comunistas. Hoy por la mañana la Radiodifusión francesa invitará a todas esas personalidades para pedirles opiniones. Ya se las enviaremos. También le remitiremos los recortes de prensa.

Tengo que pedirle un favor: agregue en la página cinco del artículo que le envié, a continuación de grandes y pequeñas estrellas, lo siguiente: «Sabíamos que Rodolfo Halffter es un gran músico. Ignorábamos que la música —arte dotado de irreductibles poderes de encantación— era de tal modo capaz de fundirse a la acción. Imagen visual, sonido y movimiento fílmico forman un todo indivisible. La música de Halffter posee una calidad que no es exagerado llamar interior. Quiero decir: no acompaña el drama, no lo subraya, ni lo comenta: brota de la acción, es su respuesta fatal, su necesario complemento ¡lograda unidad!».
Le ruego agregar este párrafo porque no solo me parece justo sino porque no me perdonaría a mí mismo haber olvidado a Halffter. Asimismo le suplico que mande copiar el artículo y se lo envíe a Fernando Benítez, director de Novedades. Sería bueno que el artículo apareciese con una breve nota en la que se mencionase el éxito de Los olvidados y las opiniones que le transcribo en esta carta
Y nada más, sino un cordial saludo de su amigo [1].
Octavio Paz

*. Chagall declaró que no estaba sorprendido: «sabía que usted era un gran artista. Felicitó también a Figueroa y Halffter [sic]».

1. ¿Es necesario repetirle que estoy orgulloso de luchar por una película como Los olvidados?

viernes, 18 de mayo de 2012

Mercantilizando la música o la Señora Vanderbilt

La señora Vanderbilt, por otro lado, participaba de una famosa anécdota, que citaban casi todos los libros de psicología escritos en los últimos años. En cierta ocasión había querido amenizar una cena con música de violín. Preguntó quién era el mejor violinista del mundo: ¿qué menos podía pagar, ella? Fritz Kreisler, le dijeron. 





Lo llamó por teléfono. No doy conciertos privados, dijo él: mis honorarios son demasiado altos. Eso no es problema, respondió la señora: ¿cuánto? Diez mil dólares. De acuerdo, lo espero esta noche. Pero hay un detalle más, señor Kreisler: usted cenará en la cocina con la servidumbre, y no deberá alternar con mis invitados. En ese caso, dijo él, mis honorarios son otros. Ningún problema; ¿cuánto? Dos mil dólares, respondió el violinista.



"CECIL TAYLOR". César Aira

jueves, 17 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 89

Richard Wagner. Tristán e Isolda - Act II – Prelude.

Pueden sacar de la presente carta todas las copias que deseen, especialmente para los miembros de la ONU y gobiernos del mundo, que son puros cerdos y chacalazos internacionales.

martes, 15 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 52

Big Bill Broonzy. Midnight Steppers.

Porque en realidad él no le podía contar nada a Traveler. Si empezaba a tirar del ovillo iba a salir una hebra de lana, metros de lana, lanada, lanagnórisis, lanatúrner, lannapurna, lanatomía, lanata, lanatalidad, lanacionalidad, lanaturalidad, la lana hasta la náusea pero nunca el ovillo.

lunes, 14 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 69

Gyorgy Ligeti. Nº III - Touches bloquee.

Ké ubo primero en Abila Sanhes, el desarreglo mental o el alkoolismo? No lo sabemos, pero ambos, kombinados, fueron la ruina de su vida y la kausa de su muerte.

domingo, 13 de mayo de 2012

sábado, 12 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 51

Sonny Rollins- Theme from Pathetique Symphony.

Como si fuéramos vampiros, como si un sistema circulatorio nos uniera, es decir nos desuniera. A veces vos y yo, a veces los tres…



Dizzy Gillespie. Mas Que Nada.

Vos tenés una necesidad de soluciones radicales, viejo. A mí me pasó lo mismo tanto tiempo, y después...


Julio Sosa. Por Una Cabeza.

Cuando pisaron la rayuela, ya cerca de la entrada, Traveler se rió en voz baja y levantando un pie empezó a saltar de casilla en casilla. En la oscuridad el dibujo de tiza fosforecía débilmente.

viernes, 11 de mayo de 2012

jueves, 10 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulos 50 y 119

Charles Mingus. Mingus Ah Um...

La idea de conocer la clínica de la mano de un loco era sumamente agradable, y lo primero que hizo Oliveira fue sacar cigarrillos para su compañero, muchacho de aire inteligente que aceptó un pitillo y silbó satisfecho. Después resultó que era un enfermo y que Oliveira no era un loco, los malentendidos usuales en esos casos.

miércoles, 9 de mayo de 2012

El último tango en París. BERNARDO BERTOLUCCI, 1972. Desde Julio Cortázar

-¿Y El Último tango en París? -dice Calac como haciéndose el idiota. 


-Ah, esto es un caso especial porque le toca un poco personalmente. Uno de los primeros lectores del Libro de Manuel me hizo notar diversas y curiosas simetrías (sin hablar de la última, escandalosa y boca abajo, entre el libro y la película, digamos entre Bertolucci y yo). 








Como se trataba de un crítico profesional, cayó rápidamente en la trampa de las "influencias" sin las cuales estos muchachos andan medio perdidos, y pensó que la película había marcado la conducta de mis personajes. Pero aparte de que ese tango se tocó en París mucho después de terminado el libro, y que Bertolucci y yo no nos hemos visto nunca, las simetrías me parecen curiosas y significativas; una vez más siento como una figura, una red que de alguna manera nos incluye a los dos. ¿Te fijaste que la acción de la película empieza en la calle Julio Veme, que el protagonista es un americano en París, que la chica es una burguesita, que el héroe y el amante de su difunta mujer son quizá la misma persona y su doble?


"Estamos como queremos o los monstruos en acción" (PAPELES INESPERADOS). Julio Cortázar.

lunes, 7 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulos 49 y 118

Django Reinhardt, Stephane Grapelli. Tiger Rag.

De piantados hablaban mucho, porque tanto Traveler como Oliveira habían condescendido a sacar papeles viejos y exhibir parte de su colección de fenómenos.





Bix Beiderbecke. Clarinet Marmelade.

-¿Ké bida no es trajedia? - leyó Talita en excelente ispamerikano.

Sonidos de Rayuela. Capítulo 111

Cole Porter. Anything goes.

Tenía entonces dieciocho años y vivía sola en París, sin rumbo definido. París de 1928. París de las orgías y el derroche de champán. París de los francos sin valor. París, paraíso del extranjero. Impregnado de yanquis y sudamericanos, pequeños reyés del oro.



Carlos Gardel. Caminito.

En aquella época cosechaba éxitos y aplausos un recién llegado, cantante de cabaret. Debutaba en el Florida y cantaba canciones extrañas en un idioma extraño. Cantaba en un traje exótico, desconocido en aquellos sitios hasta entonces, tangos, rancheras y zambas argentinas. Era un muchacho más bien delgado, un tanto moreno, de dientes blancos, a quien las bellas de París colmaban de atenciones. Era Carlos Gardel. Sus tangos llorones, que cantaba con toda el alma, capturaban al público sin saberse por qué. Sus canciones de entonces —Caminito, La chacarera, Aquel tapado de armiño, Queja indiana, Entre sueños- no eran tangos modernos, sino canciones de la vieja Argentina, el alma pura del gaucho de las pampas.


Carlos Gardel. Aquel tapado de armiño.

Gardel estaba de moda. No había comida elegante o recepción galante a que no se le invitase. Su cara morena, sus dientes blancos, su sonrisa fresca y luminosa, brillaba en todas partes. Cabarets, teatros, music-hall, hipódromos. Era un huésped permanente de Auteuil y de Longchamps. Pero a Gardel le gustaba más que todo divertirse a su manera, entre los suyos, en el círculo de sus íntimos.
Por aquella época había en París un cabaret llamado «Palermo», en la calle Clichy, frecuentado casi exclusivamente por sudamericanos... Allí lo conocí. A Gardel le interesaban todas las mujeres, pero a mí no me interesaba más que la cocaína... y el champán.

domingo, 6 de mayo de 2012

Ernesto Cardenal y Solentiname según Julio Cortázar

Después el hotel Europa y esa ducha que corona los viajes con un largo monólogo de jabón y de silencio. Solamente que a las siete cuando ya era hora de caminar por San José y ver si era sencillo y parejito como me habían dicho, una mano se me prendió del saco y detrás estaba Ernesto Cardenal y qué abrazo, poeta, qué bueno que estuvieras ahí después del encuentro en Roma, de tantos encuentros sobre el papel a lo largo de años. Siempre me sorprende, siempre me conmueve que alguien como Ernesto venga a verme y a buscarme, vos dirás que hiervo de falsa modestia pero decilo nomás viejo, el chacal aúlla pero el ómnibus pasa, siempre seré un aficionado, alguien que desde abajo quiere tanto a algunos que un día resulta que también lo quieren, son cosas que me superan, mejor pasamos a la otra línea.




La otra línea era que Ernesto sabía que yo llegaba a Costa Rica y dale, de su isla se había venido en avión porque el pajarito que le lleva las noticias lo tenía informado de que los ticas me planeaban un viaje a Solentiname y a él le parecía irresistible la idea de venir a buscarme, con lo cual dos días después Sergio y Óscar y Ernesto y yo colmábamos la demasiado colmable capacidad de una avioneta Piper Aztec.

APOCALIPSIS EN SOLENTINAME. Julio Cortázar




Extracto del documental Solentiname.

Tomás Borge no solamente nos había enviado un avión, sino que nos recibió en su casa para alojarnos junto a él y su esposa Josefina, y por su parte Ernesto Cardenal nos esperaba en el Ministerio de Cultura para ponerme bajo las narices un considerable plan de trabajo (que discutí con la energía necesaria hasta reducirlo a proporciones humanas). Me alegro de que las cosas hayan ocurrido así, pues de la amistosa rivalidad de dos ministros —sin hablar de un tercero, Sergio Ramírez—nació una semana en la que no solamente hubo contactos culturales, sino una cercanía inmediata con las masas de trabajadores de la ciudad y del campo (...).



El poeta Cardenal (casi todo el mundo le dice «padre») no ha renunciado a su sempiterna boina y a su camisa blanca; el mismo que secretamente me desembarcó una noche en su comunidad de Solentiname me recibe ahora en su despacho del Ministerio de Cultura donde la gente entra y sale y discute y se concierta o se desconcierta según el momento, donde hay libros y carpetas por todos lados, colaboradores que luchan con los teléfonos y por supuesto con planes, encuentros, conferencias, mesas redondas, proyectos de ediciones y muy poco dinero para hacer todo eso (...).




Después nos vamos, a caballo a Solentiname, quiero decir que cruzamos el inmenso lago en una panga qué galopa sobre un oleaje duro y solapado, nos obliga a sujetarnos y a buscar instintivamente estribos y riendas para no saltar tanto. Y allí está el archipiélago donde la isla que abrigó la comunidad de Ernesto Cardenal va a mostrarnos las huellas del vandalismo somocista, el taller de artesanía quemado, las cabañas saqueadas. Todo está en reconstrucción, blanco y dulce como en las pinturas que ya todo el mundo conoce; la iglesia no fue tocada y las deliciosas decoraciones infantiles de los muros brillan con todos los colores de sus peces, gallinas, chozas, caimanes y avioncitos. En abril volverá Cardenal a la casa que le están terminando, la de huéspedes funciona ya, almorzamos largamente con los amigos y vemos crecer el lago bajo un viento que pone en peligro el retorno. ¿Pero quién tiene ganas de retornar?


NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE. Julio Cortázar



Material extra:


Discurso de Ernesto Cardenal al pueblo de Nicaragua, "Lo que fue Solentiname" (Abril, 1978).

Texto íntegro de "Nicaragua, tan violentamente dulce" de Julio Cortázar, con link para descargarlo en pdf.


"Misa guerrillera" de Ernesto Cardenal, 1978.

Sonidos de Rayuela. Capítulo 48

Wolfrang Amadeus Mozart (Glenn Gould). Sonate per piano K-131.

Esa misma noche, a eso de las dos de la mañana, volvió a verla por primera vez.

Lo malo era que en el fondo él estaba contento de sentirse así, de no haber vuelto, de estar siempre de ida aunque no supiera adónde (…) y cosas por el estilo, y mate amargo.

Hubiera sido tan fácil organizar un esquema coherente, un orden de pensamiento y de vida, una armonía. (…)Pero cuantas veces había cumplido el mismo ciclo en montones de esquinas y cafés de tantas ciudades, cuantas veces había llegado a conclusiones parecidas, se había sentido mejor, había creído poder empezar a vivir de otra manera, por ejemplo una tarde en que se había metido a escuchar un concierto insensato, y después... Después había llovido tanto, para qué darle vueltas al asunto.

sábado, 5 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 110

Gesualdo. Tristis est anima mea.

El sueño estaba compuesto como una torre formada por capas sin fin que se alzaran y se perdieran en el infinito, o bajaran en círculos perdiéndose en las entrañas de la tierra.

viernes, 4 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 47

Oscar Peterson. Girl Talk

Soy yo, soy él. Somos, pero soy yo, primeramente soy yo, defenderé ser yo hasta que no pueda más.

De la combinación de las dos cosas debía salir una tercera, algo que no tenía nada que ver con el amor, por ejemplo, algo que estaba del lado de la caza, de la búsqueda, o más bien como una expectación terrible, como el gato mirando el canario inalcanzable, una especie de congelación del tiempo y del día, un agazapamiento. Terrón y medio, olorcito a campo. Un agazapamiento inexplicable de-este-lado-de-las-cosas.


Maria Elena Walsh. Baguala de Juan Poquito.

Los dos convinieron en que la voz de Talita no salía bien, y Traveler le demostró cómo había que cantar una baguala. Acercaron el grabador a la ventana para que Gekrepten pudiera juzgar imparcialmente, y hasta Horacio estaba en su pieza, pero no estaba. Gekrepten encontró todo perfecto, y decidieron cenar juntos en lo de Traveler fusionando un asado frío que tenía Talita con una ensalada mixta que Gekrepten produciría antes de trasladarse enfrente. A Talita todo eso le pareció perfecto y a la vez tenía algo de cubrecama o cubretetera, de cubre cualquier cosa, lo mismo que el grabador o el aire satisfecho de Traveler, cosas hechas o decididas para poner encima, por encima de qué, ése era el problema y la razón de que todo en el fondo siguiera como antes del té de tilo y menta fifty fifty.

jueves, 3 de mayo de 2012

Tomás Borge y Nicaragua para Julio Cortázar

No conocí el despacho de Tomás Borge, uno de los jefes máximos de la lucha armada y ministro del Interior, pero como  estábamos alojados en su casa tuve por momentos la impresión de que Tomás manejaba desde allí su Ministerio, cosa posiblemente equivocada pero no del todo. Yo conocía desde hace años a Cardenal y a Sergio Ramírez, pero entablar ahora una relación y una amistad con Tomás Borge fue una de las más altas recompensas que me dio este primer viaje a Nicaragua, a la que por lo demás volveré muy pronto, puesto que si los elefantes son contagiosos, como decían los surrealistas, en mi caso Cuba y Nicaragua lo son muchísimo más y ya no habrá vacuna que me cure ni falta que me hace. 


Conocer a Borge como jefe y como hombre fue una de esas experiencias que jamás alcanzarán a entrar en la palabra escrita; el silencio, la simple alusión son preferibles, pero quiero decir aquí cómo encontré en él esa difícil alianza de la sensibilidad poética con el duro oficio de llevar a un pueblo hacia su auténtico destino, esa voluntad  de hierro tendiendo una mano que aprieta sin lastimar. Conocía ya su libro de recuerdos sobre Carlos Fonseca, fundador con otros héroes del Frente Sandinista de Liberación Nacional, base germinal del movimiento, que acabó con la tiranía somocista; en ese breve texto escrito en la cárcel, Tomás revelaba su propia personalidad sin ponerse jamás en primer plano, limitándose a aludir a esas páginas como «poseídas por el dios de la furia y el demonio de la ternura». Nadie como él hubiera podido describir con tan pocas palabras la admirable personalidad de Carlos Fonseca, y a la vez describirse a sí mismo sin saberlo, retratándose a contraluz a través de un estilo donde el pudor elimina toda retórica, donde todo está dicho casi sin decirlo (y yo, que me obstino en reclamar de los revolucionarios una palabra y una escritura verdaderamente revolucionarias en vez de los clisés que seguimos escuchando en tantos discursos y libros, tengo el derecho de afirmar aquí que ese texto de Tomás Borge es un claro y raro ejemplo de ese estilo).



Hosco, tierno amigo, ya para siempre, sé que en algún momento en que yo no podía escucharte; le dijiste a Carol: «Cuida de Julio, cuídalo mucho». Claro que ella me cuidará, pero eres tú quien debe cuidarse, Tomás, porque tu pueblo te necesitar como necesita a todos tus compañeros. No te diré más, no es necesario entre nosotros ahora. Vives con Nicaragua y tu pueblo es hoy el pueblo más vivo del mundo, el más hermoso y el más libre. 

NICARAGUA, TAN VIOLENTAMENTE DULCE. Julio Cortázar


Fragmento de "Julio Cortázar", de Tristán Bauer.


Fragmento de "Julio Cortázar" realizado por INCINE.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 46

Anibal Troilo. Cotorrita De La Suerte

-Música, melancólico alimento para los que vivimos de amor -había citado por cuarta vez Traveler, templando la guitarra antes de proferir el tango Cotorrita de la suerte(…) Aparte del canario Cien Pesos no se oía más que la voz de Traveler que llegaba a la parte de la obrerita juguetona y pizpireta/ la que diera a su casita la alegría(…)La cotorrita de la suerte (que augura la vida o la muerte) había sacado entre tanto un papelito rosa: Un novio, larga vida. Lo que no impedía que la voz de Traveler se ahuecara para describir la rápida enfermedad de la heroína, y la tarde en que moría tristemente / preguntando a su mamita: “¿no llegó?”. Trrán.



Astor Piazzolla. Buenos Aires Hora Cero

-Qué sentimiento -dijo la señora de Gutusso-. Hablan mal del tango, pero no me lo va a comparar con los calipsos y otras porquerías que pasan por la radio. Alcánceme los porotos, don Horacio.

Lo que nos mata a vos y a mí es el pudor, che. Nos paseamos desnudos por la casa, con gran escándalo de algunas señoras, pero cuando se trata de hablar... Comprendés, de a ratos se me ocurre que podría decirte... No sé, tal vez en el momento las palabras servirían de algo, nos servirían. Pero como no son las palabras de la vida cotidiana y del mate en el patio, de la charla bien lubricada, uno se echa atrás, precisamente al mejor amigo es al que menos se le pueden decir cosas así. ¿No te ocurre a veces confiarte mucho más de un cualquiera?



Amelita Baitar, Astor Piazzolla. Balada para un loco

Nos conformamos con demasiado poco. Cuando los amigos se entienden bien entre ellos, cuando los amantes se entienden bien entre ellos, cuando las familias se entienden bien entre ellas, entonces nos creemos en armonía. Engaño puro, espejo para alondras.

Buscás eso que llamás la armonía, pero la buscás justo ahí donde acabás de decir que no está, entre los amigos, en la familia, en la ciudad. ¿Por qué la buscás dentro de los cuadros sociales?




Roberto Goyeneche. Malevaje

Traveler preludió Malevaje, se interrumpió. Ya era noche cerrada, y don Crespo encendía la luz del patio para poder leer. - Y bueno -dijo Traveler-, vamos a complacer a la señora, si don Crespo no se opone. Malevaje, tangacho de Juan de Dios Filiberto. Ah, pibe, haceme acordar que te lea la confesión de Ivonne Guitry, es algo grande. Talita andá a buscar la antología de Gardel. Está en la mesita de luz, que es donde debe estar una cosa así.