viernes, 10 de febrero de 2012

La sed. INGMAR BERGMAN. Suecia, 1949 (2). Según Alejandra Pizarnik

Vi de nuevo La sed. Salí del cine transformada en una estatua. No más sentir. No más luchar. Un perfume a fin de mundo me rodeaba como un halo. La muerte se me apareció como la única salvación. Pero no se trata de salvarse sino de terminar lo antes posible.

La homosexual de La Sed. sus ojos, en la escena de su encuentro con la mujer histérica, tenían un brillo tan mítico, una fijeza tan terrible, que hubiera querido levantarse en introducirme en la pantalla. Una mujer así no es homosexual, no es nada. Es de otro mundo. Por eso aún vibro y me disuelvo de deseos de encontrarla. (Posiblemente esta noche fantasee con encontrarla).


Hasta hoy, ¿cuántos seres mágicos he conocido? La señora vieja y la joven, de negro ambas, que pasaban junto a mí todas las mañanas. La casa que habitaban era el castillo encantado. Años después, la profesora de física, el profesor de historia, Lilia Deniselle y, por último, Ostrov. Olvidaba a Greta Garbo, a Edwige Feillére en Blé en Herbe y a la esfinge de La sed. Creo que se llama Eva Herring. Olvidaba también a la Virgen María y a Picasso. También a la muchacha que juega con una mano en Le Chien Andalou.


De DIARIOS de Alejandra Pizarnik.


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