miércoles, 29 de febrero de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 14

John Coltrane. A love supreme. Resolution.
Sidney Bechet. Si tu vois ma mere. 

Se pusieron a beber, apreciativos, y Ronald les soltó un John Coltrane que hizo bufar a Perico. Y después un Sidney Bechet época París merengue, un poco como tomada de pelo a las fijaciones hispánicas.



Big Bill Broonzy. See see rider.

La voz llegaba de tan lejos que parecía una prolongación de las imágenes, una glosa de letrado ceremonioso. Por encima o por debajo Big Bill Broonzy empezó a salmodiar See, see, rider, como siempre todo convergía desde dimensiones inconciliables, un grotesco collage que había que ajustar con vodka y categorías kantianas, esos tranquilizantes contra cualquier coagulación demasiado brusca de la realidad. O, como casi siempre, cerrar los ojos y volverse atrás, al mundo algodonoso de cualquier otra noche escogida atentamente de entre la baraja abierta. See, see, rider, cantaba Big Bill, otro muerto, see what you have done.



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Sonidos de Rayuela. Capítulo 115

Franz Schubert. Momento musical Opus 3.

La novela que nos interesa no es la que va colocando los personajes en la situación, sino la que instala la situación en los personajes. Con lo cual estos dejan de ser personajes para volverse personas. El K. de Kafka se llama como su lector, o al revés”.

martes, 28 de febrero de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 106

1.     Art Tatum. Between midnight and dawn.

Between midnight and dawn, baby we may ever have to part,
But there’s one thing about it, baby, please remember I’ve always been your heart.





2.     Casey Bill Weldon. Blues everywhere I go.

Well it’s blues in my house, from the roof to the ground,
And it’s blues everywhere since my good man left town.
Blues in my mail— box cause I cain’t get no mail,
Says blues in my bread— box ‘cause my bread got stale.
Blues in my meal-barrel and there’s blues upon my shelf
And there’s blues in my bed, ‘cause I’m sleepin’ by myself.

Sonidos de Rayuela. Capítulo 13

1.     Louis Armstrong. Don´t play me cheap.
2.     Louis Armstrong. Yellow dog blues.

Envuelto en humo, Ronald largaba disco tras disco casi sin molestarse en averiguar las preferencias ajenas, y de cuando en cuando Babs se levantaba del suelo y se ponía también a hurgar en las pilas de viejos discos de 78, elegía cinco o seis y los dejaba sobre la mesa al alcance de Ronald que se echaba hacia adelante y acariciaba a Babs que se retorcía riendo y se sentaba en sus rodillas, apenas un momento porque Ronald quería estar tranquilo para escuchar Don`t play me cheap. Satchmo cantaba Don`t you play me cheap, Because I look so meek; y Babs se retorcía en las rodillas de Ronald, excitada por la manera de cantar de Satchmo, el tema era lo bastante vulgar para permitirse libertades que Ronald no le hubiera consentido cuando Satchmo cantaba Yellow Dog Blues.



Por más que le gustara el jazz, Oliveira nunca entraría en el juego como Ronald, para él sería bueno o malo, hot o cool, blanco o negro, antiguo o moderno, Chicago o New Orleans, nunca el jazz, nunca eso que ahora eran Satchmo, Ronald y Babs, Baby don`t you play me cheap because I look so meek, y después la llamarada de la trompeta, el falo amarillo rompiendo el aire y gozando con avances y retrocesos y hacia el final tres notas ascendentes, hipnóticamente de oro puro, una perfecta pausa donde todo el swing del mundo palpitaba en un instante intolerable, y entonces la eyaculación de un sobreagudo resbalando y cayendo como un cohete en la noche sexual, la mano de Ronald acariciando el cuello de Babs y la crepitación de la púa mientras el disco seguía girando y el silencio que había en toda música verdadera se desarrimaba lentamente de las paredes, salía de debajo del diván, se despegaba como labios o capullos.
-Ça alors –dijo Etienne.
-Sí, la gran época de Armstrong –dijo Ronald, examinando la pila de discos que había elegido Babs-. Como el período del gigantismo en Picasso, si quieres. Ahora están los dos hechos unos cerdos. Pensar que los médicos inventan curas de rejuvenecimiento...



3.     Louis Armstrong. Mahogany Hall Stomp.

Pensar que Armstrong ha ido ahora por primera vez a Buenos Aires, no te podés imaginar los miles de cretinos convencidos de que estaban escuchando algo del otro mundo, y Satchmo con más trucos que un boxeador viejo, esquivando el bulto, cansado y monetizado y sin importarle un pito lo que hace, pura rutina, mientras algunos amigos que estimo y que hace veinte años se tapaban las orejas si les ponías Mahogany Hall Stomp, ahora pagan qué sé yo cuántos mangos la platea para oír esos refritos. Claro que mi país es puro refrito, hay que decirlo con todo cariño.



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lunes, 27 de febrero de 2012

Cortázar/Herzog; piantados... Cronopios.


“A todos los piantados del mundo” dedican Julio Cortázar y Carol Dunlop su expedición y crónica de los 33 días que durante el año 1982, permanecieron en la Autopista del sur francesa, recorriendo la distancia (ya se midan en kilómetros, paraderos, cachos o emociones) entre París a Marsella, parando (y lo que es más importante: colonizando) la totalidad de paraderos que se encontraron en ese “vacío” que separa ambas ciudades. Fuera del mundo, reinterpretando el espacio utilitarista y funcional que significa la autopista, descubriendo una vía paralela, presente en la imaginación de sólo aquellos que (como ocurre con la ciudad de “62, modelo para armar”) son capaces de soñar con ella; introduciéndose en una geografía no euclidiana que comporta no sólo un espacio físico diferente sino también otro tiempo. “Una expedición un tanto alocada y bastante surrealista, que consiste en recorrer la autopista de París a Marsella a bordo de nuestro Voslkswagen Combi, deteniéndonos en los 65 paraderos de la autopista a razón de dos por día”.


Guiados por el carro de Hermes (“todo lo que proviene de ese dios sutil me ha guiado siempre en la vida. Sé que vamos a llegar a la meta, que Hermes se divertirá un poco a costa de nosotros, pero a la vez nos irá abriendo paso, señor de las rutas, protector de viajeros”), y subidos a un postmoderno y antropomorfizado dragón de los nibelungos, los autonautas hacen acopio inicial de vituallas, material de trabajo y libros para acometer su empresa, su deriva.


Entre tales víveres se encuentran algunos libros de viaje y expediciones. Cortázar incluye entre ellos “Del caminar sobre hielo”, el cuaderno de notas o diario de la expedición a pie que durante 1974 llevó a Werner Herzog de Munich a París como oposición trascendente y plegaria mágica frente a la grave enfermedad que entonces sufría la historiadora y crítica de cine Lotte Eisner. Pese a no quedar nada satisfecho con la versión en castellano del libro (“considerablemente deprimido por la versión española de un libro de viaje de Werner Herzog, fui a ventilarme al norte del parking”), se detecta entre ambos personajes, Cortázar y Herzog, escritor y realizador de cine, un irremediable vinculo personal, una misma búsqueda de nuevos atlas por descubrir, un ansia de imágenes, símbolos y actitudes radicalmente opuestas a la convencionales, un deseo de reinterpretar mediante nuevos códigos espacio temporales los objetos y símbolos de la civilización moderna.


Algo profundo hay en común entre recorrer a pie la distancia entre Munich y París y demorarse 33 días para llegar a Marsella desde París sin salirse de la autopista. Algo transversal, algo propio de piantados.

Cartógrafos no cartesianos, antropólogos de lo olvidado, de aquello que está ahí pero en lo que nadie repara, cronopios sin par; parece lógico, y de justicia, imaginarse a uno leyendo entusiasmado no sólo a Hölderlin sino también “La vuelta al día en ochenta mundos”, y a otro absorto ante las imágenes de “Kaspar Hauser”. No por azar ambos se fijaron en la figura casi olvidada de Carlo Gesulado, príncipe de Venosa, genio y atormentado, asesino y masoquista, que compuso algunos de los más bellos, disonantes e hipnóticos madrigales escritos durante el Renacimiento, y que recorre las páginas de “Clone” y el celuloide de “Muerte para cinco voces”. 


Pese a, temo, no llegar a conocerse nunca, recorriendo ambos paralelamente un mismo anillo de Moebius, sirva como prueba de ese mutuo interés y admiración aquellas páginas de “Los autonautas de la cosmopista” en las que vuelve a mencionar Cortázar a Herzog a colación comparativa de expediciones y conquistadores célebres: “Jamás pretenderemos que esta expedición, por más riesgos y azares que presente, pueda compararse a la que Werner Herzog imaginó (o sea, puso en imágenes) en Aguirre la cólera de Dios”.

domingo, 26 de febrero de 2012

Thérèse Desqueyraux. GEORGES FRANJU, 1962, Francia. Según Alejandra Pizarnik

Fui al cine. Vi Thérèse Desqueyraux. Lo que fascina- por lo menos a mí- en los personajes de ficción, es su continuidad objetiva. No perder de vista un solo instante lo trágico de su condición. Por eso la obra dramática esta hecha de recortes trágicos y saltan o excluyen los momentos de variación. Esos silencios permiten imaginar que aun lo que no vemos y lo que no se nos dice pertenece a la misma sustancia fuerte y terrible.




Lo que me molesta es mi excesiva participación: me agito impaciente como si quisiera avisarle al personaje que lo malo está por sobrevenirle. Es verdad la vida que me gustaría vivir es así: instantes en donde se acumula todo lo fuerte y dramático de que soy capaz. El resto, un letargo; dormir, auque sea anestesiada. No es la vida lo que me molesta; son los detalles. Cinco o seis escenas grandiosas y luego morir. 




Indudablemente creo en el cine. El cine no es una distracción para mí. Es un encuentro, a veces atroz, con mis deseos más profundos.


DIARIOS. Alejandra Pizarnik.

viernes, 24 de febrero de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulos 136 y 12

1.     Coleman Hawkins. Body and soul.
2.     W.A. Mozart. Concierto Nº 23 In A 2. Adagio.

Ahora Ronald había puesto un viejo disco de Hawkins, y la Maga parecía resentida por esas explicaciones que le estropeaban la música, y no era lo que ella esperaba siempre de una explicación, una cosquilla en la piel, una necesidad de respirar hondo como debía respirar Hawkins antes de atacar otra vez la melodía y como a veces respiraba ella cuando Horacio se dignaba explicarle de veras un verso oscuro, agregándole esa otra oscuridad fabulosa donde ahora si él hubiese estado explicando lo de los lutecianos en vez de Gregorovius, todo se hubiera fundido en una misma felicidad, la música de Hawkins, los lutecianos, la luz de las velas verdes, la cosquilla, la profunda respiración que era su única certidumbre irrefutable, algo sólo comparable a Rocamadour o a la boca de Horacio o a veces a un adagio de Mozart que ya casi no se podía escuchar de puro arruinado que estaba el disco.



3.     Dizzy Gillespie. Coast to coast.

Gregorovius le acarició el pelo, y la Maga agachó la cabeza, “ya está”, pensó Oliveira, renunciando a seguir los juegos de Dizzy Gillespie sin red en el trapecio más alto, “ya está tenía que ser. Anda loco por esa mujer, y se lo dice así, con los diez dedos. Cómo se repiten los juegos. Calzamos en moldes más que usados, aprendemos como idiotas cada papel más sabido. Pero si soy yo mismo acariciándole el pelo…Te voy a tener que romper la cara, Ossip Gregorovius, pobre amigo mío. Sin ganas, sin lástima, como eso que está soplando Dizzy, sin lástima, sin ganas, tan absolutamente sin ganas como eso que está soplando Dizzy.


4.     Bessie Smith. Baby doll.

-Solución de compromiso -dijo Etienne-. Coincidencia de todos los sufragios: oigamos a Bessie Smith, Ronald y Babs se largaron a reír, no se veía bien por qué, y Ronald buscó en la pila de viejos discos. La púa crepitaba horriblemente, algo empezó a moverse en lo hondo como capas y capas de algodones entre la voz y los oídos, Bessie cantando con la cara vendada, metida en un canasto de ropa sucia, y la voz salía cada vez más ahogada, pegándose a los trapos salía y clamaba sin cólera ni limosna, I wanna be somebody´s baby doll, se replegaba a la espera, una voz de esquina y de casa atestada de abuelas, to be somebody´s baby doll , más caliente y anhelante, jadeando ya I wanna be somebody´s baby doll .


5.     Bessie Smith. Empty bed blues.

Quemándose la boca con un largo trago de vodka, Oliveira pasó el brazo por los hombros de Babs y se apoyó en su cuerpo confortable. La voz de Bessie, se adelgazaba hacia el fin del disco, ahora Ronald daría vuelta a la placa de bakelita (si era bakelita) y de ese pedazo de materia gastada renacería una vez más Empty Bed Blues, una noche de los años veinte en algún rincón de los Estados Unidos. Ronald había cerrado los ojos, las manos apoyadas en las rodillas marcaban apenas el ritmo. También Wong y Etienne habían cerrado los ojos, la pieza estaba casi a oscuras y se oía chirriar la púa en el viejo disco, a Oliveira le costaba creer que todo eso estuviera sucediendo. ¿Por qué allí, por qué el Club, esas ceremonias estúpidas, por qué era así ese blues cuando lo cantaba Bessie?

No estaba lo bastante borracho para dejar de pensar consecutivamente, y le bastaba ese pobre pensamiento para sentir que lo alejaba cada vez más de algo demasiado lejano, demasiado precioso para mostrarse a través de esas nieblas torpemente propicias, la niebla vodka, la niebla Maga, la niebla Bessie Smith. Empezó a ver anillos verdes que giraban vertiginosamente, abrió los ojos. Por lo común después de los discos le venían ganas de vomitar.



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Sonidos de Rayuela. Capítulo 11

1.     Lester Young & Kansas city six. Four O´clock drag.

Gregorovius suspiró y bebió más vodka. Lester Young, saxo tenor, Dickie Wells, trombón, Joe Bushkin, piano, Bill Coleman, trompeta, John Simmons, contrabajo, Joe Jones, batería. Four O´Clock Drag. Sí, grandísimos lagartos, trombones a la orilla del río, blues arrastrándose, probablemente drag quería decir lagarto del tiempo, arrastre interminable de las cuatro de la mañana.


2.     Lionel Hampton. Save it pretty mamma.

El vibráfono tanteaba el aire, iniciando escaleras equivocadas, dejando un peldaño en blanco saltaba cinco de una vez y reaparecía en lo más alto, Lionel Hampton balanceaba Save it pretty mamma, se soltaba y caía rodando entre vidrios, giraba en la punta del pie, constelaciones instantáneas, cinco estrellas, tres estrellas, diez estrellas, las iba apagando con la punta del escarpín, se hamacaba con una sombrilla japonesa girando vertiginosamente en la mano, y toda la orquesta entró en la caída final, una trompeta bronca, la tierra, vuelta de abajo, volatinero al suelo, finibús, se acabó.



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Sonidos de Rayuela. Capítulo 65


Anton Webern. Three songs

A Gregorovius le encanta establecer una picaresca prenatal y difama a sus madres (tiene tres, según la borrachera) atribuyéndoles costumbres licenciosas. 

jueves, 23 de febrero de 2012

Entotsu no mieru basho. HEINOSUKE BASHO. Japón, 1953

Fukushima 2. Acrílico sobre tabla entelada. 64cmx54cm. 2011

Sonidos de Rayuela. Capítulos 104 y 10

1.   Bix Beiderbecke. I'm Coming Virginia.
2.     Eddie Lang. Jet Black Blues.

La vida, fotografía del número, posesión en las tinieblas (¿mujer, mosntruo?), la vida, proxeneta de la muerte…

Dos muertos se batían fraternalmente, ovillándose y desentendiéndose, Bix y Eddie Lang jugaban con la pelota I´m coming, Virginia, y dónde estaría enterrado Bix, pensó Oliveira, y dónde Eddie Lang, a cuántas millas una de otra sus dos nadas que en una noche futura de París se batían guitarra contra corneta, gin contra mala suerte, jazz.




3.     Bix Beiderbecke. Jazz me blues.

Bix, qué loco formidable. Poné Jazz me blues, viejo.


4.     Stan Getz, Gerry Mulligan, Harry Edison & Oscar Peterson. Chocolate sundae.

Ahora te viene un pajarraco como Stan Getz y se te planta veinticinco minutos delante del micrófono, puede soltarse a gusto, dar lo mejor que tiene. El pobre Bix se tenía que arreglar con un coro y gracias, apenas entraban en calor, zas, se acabó.



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miércoles, 22 de febrero de 2012

Sonidos de Rayuela. Capitulo 9

Bunk Johnson's Jazz band whitn Myrtle Jones.  Blues as I can be.

¿Y el tiempo? Todo recomienza, no hay un absoluto. Después hay que comer o descomer, todo vuelve a entrar en crisis.



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Sonidos de Rayuela. Capítulos 8 y 93

Charlie Parker. What Is This Thing Called Love.

Y pensábamos en esa cosa increíble que habíamos leído, que un pez solo en su pecera se entristece y entonces basta ponerle un espejo y el pez vuelve a estar contento…

En la ciudad en donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos.




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Sonidos de Rayuela. Capítulo 68

1.       Jelly Roll Morton Trio. Wolverine Blues.
2.       Julio Cortázar. Capítulo 68.

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso, y caían hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes.


Sonidos de Rayuela. Capítulo 7

1.     Johann Sebastian Bach. Praeludium y fuga. No. 2, en C Minor.

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar…


2.     Julio Cortázar. Capítulo 7.

Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorver simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.



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lunes, 20 de febrero de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 6


1.     Bessie Smith. Nobody Knows You When You're Down And Out.

La técnica consistía en citarse vagamente en un barrio a cierta hora. Les gustaba desafiar el peligro de no encontrarse, de pasar el día solos…


2.     Champion Jack Dupree. Big Time Mama.

Así andaban, atrayéndose y rechazándose como hace falta si no se quiere que el amor termine en cromo o en romanza sin palabras. Pero el amor, esa palabra…



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Sonidos de Rayuela. Capítulo 74

  Stan Getz. Remember Clifford.

Para sus amigos, el hecho de que encuentre su contento en lo nimio, en lo pueril, en un pedazo de piolín o en un solo de Stan Getz, indica un lamentable empobrecimiento.

Sonidos de Rayuela. Capítulo 81

Anton Webern. Fünf Stüke für Orchester Op.10.

Procuremos inventar pasiones nuevas, o reproducir las viejas con pareja intensidad.

domingo, 19 de febrero de 2012

El Gabinete del Doctor Caligari. ROBERT WIENE. 1920

Cesare. Acrílico sobre tabla entelada. 24cm x 19cm. 2010. 

Sonidos de Rayuela. Capítulo 5

1.      Hugo Wolf. Phentelisea III.

La maga se preguntaba si no sería necesario hacer economías para comprarse un tocadiscos y las obras completas de Hugo Wolf, que a veces canturreaba interrumpiéndose a la mitad, olvidada y furiosa.


2.      Ornette Coleman. Lonely Woman.

La primera vez había sido un hotel de la rue Valette, andaban por ahí vagando y parándose en los portales, la llovizna después del almuerzo es siempre amarga y había que hacer algo contra ese polvo helado, contra esos impermeables que olían a goma, de golpe la Maga se apretó contra Oliveira y se miraron como tontos, HOTEL, y qué otra cosa se podía hacer con ese sucio tiempo.



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Sonidos de Rayuela. Capítulo 71

1.     Gyorgy Ligeti. Automne a Varsovie.

Y que nada está perdido si se tiene por fin si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo.


2.     Ray Ventura. Tout Va Très Bien Madame La Marquise.

Por qué entonces inquietarse si probablemente el mundo es finito, la historia se acerca al punto óptimo, la raza humana sale de la edad media para ingresar en la era cibernética. Tout va très bien madame La Marquise, tout va très bien…

sábado, 18 de febrero de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 4

1.     Carlos Gardel. Mano A Mano.

Oliveira escuchaba sin ganas, lamentando un poco no poder interesarse; Montevideo era lo mismo que Buenos Aires y él necesitaba consolidar una ruptura precaria…


2.     Django Reinhardt. Swing from Paris.

La cuenta de los días le resultaba difícil a Oliveira, feliz, ergo sin futuro.



3.     Yves Montand. A Paris.

Hablar de despertarse cuando por fin se está tan bien así dormido.



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Sonidos de Rayuela. Capítulo 84


 Iannis Xenakis. Diamorphoses.


     La melancolía de una vida demasiado corta para tantas bibliotecas. La falta de experiencia es invitable, si leo a Joyce estoy sacrificando inmediatamente otro libro y viceversa, etc.


Sonidos de Rayuela. Capítulo 3

1.     Joseph Haydn. Symphony No. 8 (Third Movement).

Al final de un cuarteto de Haydn la Maga se había dormido y Oliveira, sin ganas de seguir escuchando, desenchufó el tocadiscos desde la cama.


2.     Ornette Coleman. Free Jazz.

Feliz de ella que podía creer sin ver, que formaba cuerpo con la duración, el continuo de la vida. Feliz de ella que estaba dentro de la pieza, que tenía derecho de ciudad en todo lo que tocaba y convivía, pez río abajo, hoja en el árbol, nube en el cielo, imagen en el poema. Pez, hoja, nube, imagen: exáctamente eso, a menos que…



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miércoles, 15 de febrero de 2012

Los amantes. LOUIS MALLE. Francia, 1958. Según Alejandra Pizarnik

"Vi el film Los amantes. He entrevisto, por un segundo, cómo sería una vida hecha de aceptación: de sí en vez de no. Pero el temor a intelectualizar, el temor a detener y endurecer una visión imaginaria del futuro, congelándola, haciéndola pasiva y convertida en arquetipo. Y luego mis esfuerzos penosos por acercarme a ella, por remedar esa visión construida en algún instante pasado de mi imaginación, arbitraria y sola, izada como un ejemplo absurdo, como un ídolo sin cabeza, erguida en su imposible. Y soy yo quien me afano por alcanzarme en esa visión. Soy yo que me busco donde no estoy.



Recordé el negocio de bicicletas y rodados en la Av. Roca (después Perón), en Avellaneda. Mi paraíso. Mi teatro. Mi inalcanzable.

Lo que tiene de nuestra época este film (Los amantes), lo que tiene de nuestra generación, es que Jeanne M. no se detiene a causa de su hija. Quiero decir, la pérdida de sentido del concepto de "amor maternal" o "deber maternal". Ello se demuestra en que yo esperaba que "terminase mal", que vendría alguien a impedirle la felicidad recién descubierta. Pero no viene nadie y todo va bien. Estamos acostumbrados a los finales tristes.





¿Por qué no escribo lo de esa bicicleta mágica y el onanismo y Dios?"


Diarios, Alejandra Pizarnik.

Sonidos de Rayuela. Capítulo 2


1.     Franz Schubert. Momento Musicale n.3.
2.     Johann Sebastian Bach. Praeludium & Fuga. No.1.
3.     George Gershwin, Billy Holiday. Summertime (Porgy and Bess).

Llegué a aceptar el desorden de la Maga como la condición natural de cada instante(…) tocando en el piano descascarado de madame Noguet melodías de Schubert y preludios de Bach, o tolerando Porgy and Bess con bifes a la plancha y pepinos asados.

Pero lo mismo estaba bastante orgulloso de ser un vago consciente y por debajo de lunas y lunas(…), por debajo de noches vomitadas de música y tabaco y vilezas menudas y trueques de todo género.




4.     Hugo Wolf. Elfenlied.
5.     Clara Schumann. Lorelei. (H. Heine)

Entonces Ronald venía a sentarse al piano con su cabezota colorada de cowboy, y la Maga vociferaba Hugo Wolf con su verocidad que hacía estremecer a madame Noguet mientras, en la pieza vecina, ensartaba cuentas de plástico para vender en un puesto del Boulevard Sebastopol. La maga cantando Schumann nos gustaba bastante, pero dependía de la luna y de lo que fuéramos a hacer esa noche, y también de Rocamadour porque apenas la Maga se acordaba de Rocamadour el canto se iba al diablo…

La Maga se peinaba, se despeinaba, se volvía a peinar. Pensaba en Rocamadour, cantaba algo de Hugo Wolf (mal), me besaba…



6.         Big Bill Broonzy. Ray Charles. Night time is the right time.

Ronald, solo en el piano, tenía todo el tiempo necesario para matarnos dulcemente a fuerza de blues.


7.     Julio Cortázar. Fragmento del Capítulo 2.

A veces me convenzo de que la estupidez se llama triángulo, de que ocho por ocho es la locura o un perro. Abrazado a la Maga, esa concreción de nebulosa, pienso que tanto sentido tiene hacer un muñequito con miga de pan como escribir la novela que nunca escribiré o defender con la vida las ideas que redimen a los pueblos.



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martes, 14 de febrero de 2012

Sonidos de Rayuela. Capítulo 1

1.     Charlie Parker. April in Paris.

¿Encontraría a la maga?…


2.     Ella Fitzgerald. I love Paris.

La Maga sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo  menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.
Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.


3. Miles Davis. Bag´s groove

Un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil.
Más allá del Boulevard Jourdan, dejábamos las bicicletas en la calle y nos internábamos de a poco, parándonos a mirar el cielo, porque esa es una de las pocas zonas de París donde el cielo vale más que la tierra.


4.     Ludwig van Beethoven. 6ª Sinfonía.

…Eso, u oír el silbato de una locomotora exactamente en el momento y el tono necesarios para incorporarse ex oficio a un pasaje de una sinfonía de Ludwig van…



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Sonidos de Rayuela. Capítulo 73



"Sí, pero quién nos curará del fuego sordo…

¿No será otra vez la literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos terrestres, todas las dicotomías… qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama y cataclismos de living room. Entre el Ying y el Yang, ¿cuántos eones? Todo es escritura, es decir fábula".

Chopin, Piano sonata nº2, Opus 35. Marcha fúnebre.




Otras referencias cortazarianas a colación de Chopin:

"Lejana"
Yo veía saludar a Elsa Piaggio entre un Chopin y otro Chopin, pobrecita, y de mi platea se salía abiertamente a la plaza, con la entrada del puente entre vastísimas columnas. 

"La vuelta al día en ochenta mundos"
Primero, elimina eso de "la física y la metafísica", que parecen las dos manivelas del futbolín.
Si tú, en el momento en que le untas la mantequilla al pan (te recomiendo la de Santander, que es la mejor) eres capaz de enlazar ese conjunto donde entran tu apetito, los ingredientes citados y un cuchillo con, por ejemplo, una frase de una sonata de Chopin,
o uno de esos recuerdos recurrentes -que por algo son recurrentes-, te darás cuenta de que al margen de las asociaciones analógicas se abre una segunda opción, la de entender el producto como realidad enriquecida ...

"Un tal Lucas" (Lucas, sus desconciertos)
Allí por el año del gofio Lucas iba mucho a los conciertos y dale con Chopin, Zoltan Kodaly, Pucciverdi y pare que te cuento Brahms y Beethoven y hasta Ottorino Respighi en las épocas flojas. Ahora no va nunca y se las arregla con los discos y la radio o silbando recuerdos, Menuhin y Friedrich Gulda y Marian Anderson, cosas un poco paleolíticas en estos tiempos acelerados

"El perseguidor"
-Eso es lo que no entenderán nunca -me ha dicho-. Son como un mono con un plumero, como las chicas del conservatorio de Kansas City que creían tocar Chopin, nada menos