jueves, 14 de abril de 2011

Monográfico Daguerrotipo 9. Yukio Mishima o cómo rodar un harakiri

Nuestra historia debería comenzar el 25 de noviembre de 1970, el escritor e intelectual  Yukio Mishima junto a cuatro jóvenes cadetes de su ejercito personal, la denominada Sociedad del Escudo, entran en el cuartel general de las Fuerzas de Autodefensa japonesas.

Obsesionado por lo que considera una completa decadencia moral de la sociedad japonesa, Mishima se atrinchera en el despacho del Comandante en Jefe, inmovilizando a éste, y con un discurso cuidadosamente preparado sale a la balconada para arengar a las tropas del ejército japonés contra la deriva moral de la modernidad japonesa y convencerles de la necesidad de recuperar los métodos rígidos, disciplinados y tradicionales propios de los códigos samuráis. “Es necesario reestablecer el poder real y absoluto, y no sólo simbólico, en la figura del Emperador; representante divino en la Tierra”, grita.


Apenas 5 meses antes tanto un médium como un astrólogo le han vaticinado al escritor una larga vida, anunciándole que ganaría el Premio Nóbel y que llegaría incluso a Presidente del Gobierno Japonés. Es el momento pues de realizar un golpe simbólico de Estado, de postularse como representante de los ritos tradicionales japoneses frente a una sociedad pervertida por occidente, el capitalismo feroz y el libertinaje.

A lo largo de toda su vida Mishima vivió obsesionado con la muerte, los ritos de honor y la disciplina marcial. Durante la II Guerra el escritor fue llamado a filas, si bien ciertos síntomas de resfriado y la sospecha de que pudiera sufrir tuberculosis le eximieron finalmente de acudir al frente. Aquella falta de honor por no participar en la guerra le avergonzaría eternamente, considerándolo una humillación personal y la pérdida de una posibilidad única de morir heroicamente defendiendo los más elevados ideales del Imperio.


Toda su obra literaria gira en torno al honor y la perdida de valores tradicionales en la sociedad japonesa, que para él resulta tan moderna como vacía y estéril; de ahí que su figura excéntrica se convierta en uno de los personajes más polémicos así como unas de las referencias políticas, y no sólo culturales, de los años 50 y 60 en Japón.

Cansado de los círculos literarios tokiotas, en los años 60 viaja a la India donde ajeno a su misticismo y el desequilibrio económico existente, Mishima sólo parece interesarse en los secretos de la organización castrense india para poder compararlos con los japoneses y con los códigos de honor de los Samuráis. Obsesionado con la estructura militar, al regresar a Japón decide alistarse en el Ejercito japonés para recibir una inicial formación militar.


Un año más tarde formó su propio ejército, el Tatenokai o Sociedad del Escudo; una milicia privada de canon fascista y en el que se alistan jóvenes estudiantes patriotas obsesionados con las artes marciales, la disciplina física y los códigos castrenses, y que mezcla conceptos confucionistas y sintoístas con idealizadas visiones del Japón feudal.

Por aquel entonces Mishima, muy interesado en el cine, lenguaje para el que llegó a escribir más de 20 guiones, ya había participado realizado su primera incursión como actor en el film policiaco de Yasuzo Masumura, “Afraid to die” (ya reseñada en daguerrotipos). 


Ese interés por el cine fue el que le llevó a dirigir en 1966 la que fue su única incursión como realizador en el mundo del audiovisual, un cortometraje de nombre “Yukoku”, traducido como “Patriotismo, el rito del amor y la muerte”, basado en su relato homónimo, en el que se observa la patológica visión de las relaciones sentimentales y la perturbada percepción psicológica y de valores del escritor, al analizar romántica y compulsivamente, paso por paso, el ritual del suicidio por honor denominado Seppuku, un rito encarnizado y brutal, por el cual el suicida, tras ver ultrajado su honor, debe hacerse el harakiri y completarse posteriormente el proceso siendo el cuerpo decapitado por algún subordinado, ayudante o pareja.




Las imágenes, de gran fuerza visual aunque minimalistas en escenografía al representarse sobre lo que podría ser un escenario de teatro noh y bajo la música de Tristán e Isolda, soliviantó a buena parte del público japonés, que consideró el film demasiado explícito a la hora de mostrar la violencia del rito y, sobre todo, extemporáneas por no atenerse a la cultura de paz que tras la IIGM se desarrolló en el país nipón.

Cuentan que la viuda de Mishima hizo destruir todas las copias del film una vez fallecido su marido, si bien alguien salvó el negativo y 35 años más tarde pudo recuperarse.

En los últimos años de su vida y antes de ejecutar el golpe de Estado, Yukio Mishima se radicalizará en su visión marcial y tradicional de la vida, convirtiéndose en la figura intelectual más crítica con la democracia japonesa, con su materialismo e incluso con su “deshonrante”  pacifismo. “Con esta paz, Japón llegará a dormirse”, concluyó en una ponencia.



Su ideología queda perfectamente definida en la que fue su tetralogía testamentaria, “El mar de la fertilidad”, en la que se rebela contra la “decadencia moral y espiritual” de Japón, y cuya última parte entrega a su editor la misma mañana en la que se dirige junto a su séquito al Cuartel del Ejército Nacional para ejecutar su definitivo acto de honor con la patria.

El mismo Mishima consideró desde el principio la posibilidad de fracasar en aquella desesperada acción por la fuerza, de ahí que finalizara su más importante obra ese mismo día y que tuviera preparada la solución, el suicidio, en caso de que no prosperara.




Tal y como nos muestra Paul Schroeder en su magnífica “Mishima. Una vida en cuatro capítulos”. Cuando Mishima sale al balcón del Cuartel General del ejército y comienza su delirante, fascista y anacrónico discurso, que gira en torno ala exaltación del heroísmo patriótico, los valores tradicionales, la lealtad al Emperador y el orgullo nacional, los pitidos, las carcajadas y los abucheos le escupen al escritor a la cara la realidad de su excentricidad.

Afrentado por el fracaso de su acción y por aquel desaire, Mishima regresa al interior del despacho, y siguiendo al pie de la letra el ritual tantas veces destacado en sus novelas, sus ensayos e incluso en su película, decide poner fin a su vida ejecutando la ceremonia del Seppuku.




Como en las imágenes de su propio film, Mishima clava la catana samurái del Siglo XVII sobre su vientre y espera agonizante, con las tripas fuera, el decapitamiento. Su primer oficial, y también amante, no lo consigue tras tres intentos, ampliando la agonía de Mishima; y sólo tras un cuarto intento el segundo de sus oficiales logra separar la cabeza del cuerpo de quien había sido uno de los principales escritores japoneses del Siglo XX.

2 comentarios:

  1. genial este post, me ha encantado

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  2. Hace unos días hablábamos sobre Mishima en el facebook, este Post viene a completar muchas cosas. Por cierto, Daguerrotipos, por qué no se abre usted una cuenta en Facebook para subir sus interesantísimas entradas. Un saludo!

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