domingo, 31 de octubre de 2010

Los amantes del Pont-Neuf. LEOS CARAX. Francia, 1991.


Vuelven los clichés del señor Carax que estos días descubro, critico y disfruto tanto:

De nuevo la historia de amor entre su otro yo (Álex  o Dennis Lavant) y ella (Michelle o Juliet Binoche), quienes viven en el Pont-Neuf, el “Puente Nuevo” que, curiosamente, es el más antiguo que cruza el Sena en París y que entonces  está en obras y por eso lo ocupan.


Parece que Leos se queda con ganitas de desarrollar algunas de las tantas sugerencias que diluía por “Mala sangre”, así que esos atisbos de estética circense que veíamos en aquella peli (hay una reseña de Fol un poco más abajo) ahora cuajan en un Álex saltimbanqui que deslumbrará a Michelle con unos malabarismos de fuego que le abrasan la vista. Por su parte, Binoche abandona los azules y rojos que la realzaban entonces sobre el fondo gris para colorear la historia con una sudadera amarilla malasañera y una enorme carpeta donde archiva sus retratos a mano alzada.



¡Vaya, los dos quieren ser artistas!, pero él es alcohólico y soñador y ella, que tiene un parche de tuerta y luce delicadamente andrajosa, acaba de abandonar su hogar huyendo de una relación turbulenta a la que ha puesto  fin a golpe de pistola en los ojos de quien fue su amante.

Aquí está la gran diferencia con “Mala sangre” y en parte el gran equívoco. Si lo de antes era un cómic en cine,  en “Los amantes del Pont-Neuf” el esteticismo caprichoso que con tanto arte maneja su director se pone al servicio de una cinta realista que fracasa en el propósito y se queda en un cuento de hadas con estampas de videoclip.



Encima la historia conmovedora de estos “sin techo” que nos encandilan con todos los tópicos de la miseria se resbala cuando Carax tantea con el realismo mágico y coloca, por ejemplo, a los protagonistas haciendo esquí acuático en el Sena y, aún más, se da de bruces cuando pretende hacer gracia. Véase la escena en la que la pareja de pícaros desvalijan a los burgueses parisinos que se van quedando fritos con el somnífero del pobre trapecista que no podía dormir. 



No obstante, cabe hablar de un gran creador de viñetas, pues de estas hay varias que memorar en la película y ellas son la que hacen que merezca la pena. Y si tuviera que decir de alguna hablaría de la del desnudo de Juliette Binoche cuando se lava en el puente y si hubiera que colgarla al final acabaría haciendo caso a Fol (¡maldita sea!) y sería 


LA ESCENA DAGUERROTIPO:




Y se hicieron pequeñitos  y gritaban como ratas callejeras.  


DÓNDE


http://www.torrentdownloads.net/searches/Los%20Amantes%20Del%20Pont%20Neuf
o
http://www.heroturko.org/l/Los-Amantes-Del-Pont-Neuf/
                                                                                                                                       Giulietta

El cuarto de Leo. ENRIQUE BUCHICHIO. Uruguay, 2009

"El desorden de tu cuarto es el desorden de tu cabeza". Con esa contundencia, una vez, mi padre me increpó cansado ya de la pocilga en la que yo dormía. Desorden de mi cabeza. Joder, tiene razón. Y me di cuenta del acierto de sus palabras porque, era verdad, en las pocas ocasiones en las que ordenaba mi cuarto me sentía a gusto, como si manejara el entorno. Entonces, más que mi habitación, era mi cabeza la que estaba despejada.

Algo así le pasa a Leo, el protagonista de la ópera prima de Enrique Buchichio. Como no se encuentra, como no se anima, como no arranca, todo se hace un mundo y el mundo se reduce a él y su pieza, allí donde se refugia, se esconde, donde es fácil permanecer para que no lo juzguen: un laberinto del que cuesta salir.


Lo cierto es que recoger no era lo que me suponía un abismo; el abismo era ponerse a recoger. Pero una vez que se da ese primer paso, una vez metida en faena, acomodarlo todo viene rodado.

En realidad a Leo no le pasa nada. Le pasará al entorno, en todo caso. Es el vecindario, la ciudad en la que vive, el mundo en general, el que está mal ordenado y da miedo presentarse en medio y ponerse a recoger. Da pánico el rechazo, vergüenza creerse diferente, pereza hacer comprender lo que solo se siente. La manera en que algunos ordenan el mundo es el abismo de Leo:

"Es que se llama Santiago", le explica desconsolado al psicólogo, como si acabara de abrir la caja de Pandora y todo se fuera a derrumbar. '¿Y qué? ¿Que no te gusta el nombre?', le contesta sonriendo el profesional mientras Leo llora.

La que sí que llora -y con razón- es Caro, una amiga de la infancia con la que Leo se topa un buen día en el supermercado. El mundo, a ella, le trae sin cuidado. Hace tiempo que se apartó de él. Desde el brutal accidente del que se siente responsable, sobrevive sufriendo y sufre porque sobrevivió, nada más.


"Ni siquiera el mundo al que había que enfrentarse era tan hostil" -eso imagino yo que pensó Leo al salir de la consulta del psicólogo-. "Después de todo, saldrá rodado". Porque se atrevió a dar el costoso primer paso para empezar a ordenar a su manera.

Hasta entonces, ensimismado como estaba consigo mismo, entre sus cuatro paredes, difícilmente podía percatarse del dolor de su amiga recién reencontrada.

Para Caro el mundo es más que un laberinto; es un caos, una pesadilla a la que parece estar condenada a no despertar nunca. El abismo de Caro no es ordenar, es volver a construir -después de todo- un mundo que se derrumbó.


De manera inconsciente, Leo y Caro se ayudan mutuamente. Aunque no se conozcan porque no se ven desde hace años, no son extraños y creo que es eso lo que les une: como ninguno de los dos sabe por lo que está pasando el otro, se sienten libres de juicios. Así forjan su amistad. Leo, primero, saca a Caro de la cama en la que pasa las horas muertas drogada con antidepresivos. Caro, después, le ayudará a pintar el cuarto a Leo; cuando su cabeza ya está en orden y solo queda ir acomodando su alrededor.


Enrique Buchichio ha escrito y rodado una historia íntima y sencilla, con dosis de tragedia, pero también con entrañables puntos de humor bien acomodados que rompen con el dramatismo que Leo infiere a lo suyo y dan tregua a Caro.

Una historia así le faltaba al cine uruguayo porque su cada vez más potente industria cinematográfica no contaba aún con una película en la que se reflejara de forma patente la homosexualidad, a pesar de ser Uruguay uno de los primeros países del contiente en reconocer y legalizar la unión civil entre personas del mismo sexo. La ley se adelantó al conservadurismo de su sociedad, pero el arte tiene la virtud de romper moldes.

El Cuarto de Leo ha tenido muy buena crítica tanto fuera como en su tierra, aunque los inspectores uruguayos, basándose en parámetros carcas y nada sensatos, la calificaran de 'no apta para menores de 15 años', como si la definición sexual y llegar a entender desde adentro al otro fuera un problema en lugar de una posibilidad. A pesar de ello, se ha llevado, entre otros premios, el del Público en el Festival Internacional de Cine sobre Diversidad Sexual y de Género Llamale H. Aún se pasea por certámenes de toda índole alrededor del mundo recopilando reconocimientos y logros.


ESCENA DAGUERROTIPO:

Mientras Seba continúa en la cama, Leo sale un momento a buscar un vaso de agua a la cocina, donde se encuentra con su compañero de piso, Felipe, un antihéroe que ve, escucha y calla, pero que, sobre todo, está pensado para hacer reír. Leo vuelve a su cuarto y, de pronto, suena el timbre. Termina abriendo Felipe: es Caro. Ésta se dirige al cuarto de Leo y llama a la puerta con insistencia; Leo se pone nervioso, le tapa la boca a Seba y espera a que Caro se vaya. Cuando cree que el horizonte está despejado, salen y se encuentran en el salón a Caro que espera junto a Felipe a que Leo 'vuelva' a casa. Ahí comienza la escena destornillante y la interpretación fantástica de Leo que intenta ingeniárselas torpemente, frente a las miradas incrédulas de los tres que lo escuchan, para evitar que sospechen nada.




DÓNDE

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Tres monos. NURI BILGE CEYLAN. Turquía, 2008.

Tres monos comienza con una escena oscura y continúa así durante el primer tercio de la película. Cuesta discernir, al principio, qué está pasando, hasta el punto de dejar de tener expectativas con eso que se está viendo y, mientras el filme transcurre, a una solo se le pasa por la cabeza preguntarse por qué Ceylan se habrá llevado en Cannes el premio al mejor director.

Más tarde se entiende. Tres monos da un giro cuando el guión entra en acción (dramática). De pronto se agiliza la película y los personajes comienzan a dejarse ver; en todos los sentidos: Ceylan contrata a un iluminador para que encienda los focos y nos muestra a los miembros de una familia destrozada -con hijo muerto en trágicas circunstancias incluido- y a un quinto individuo, un político corrupto e infiel, responsable y víctima de los males que sufre cada uno de los protagonistas: al marido lo lleva a la cárcel, a la  mujer a la cama y, como venganza, el hijo mayor lo lleva a la tumba.


Para el director turco el cine no significa solo contar historias. La imagen cobra en sus películas el protagonismo a la que toda obra cinematográfica debería aspirar. Construye planos de enorme belleza, manipula al espectador cambiando la posición de la cámara, con un montaje sencillo que funciona. Hay a quien le podría parecer que utiliza recursos que están de más, pero todo lo emplea para aportar más información -a veces explícita, otras veces subjetiva- al espectador.

En Tres monos revela las fantasías, ilusiones, frustraciones, sueños, tristezas, esperanzas... que viven y comparten los personajes, a partir de sus encuentros y desencuentros, con sus miradas disimuladas, sus silencios, los golpes y los ingredientes nuevos sin recetas predeterminadas que hablan para el que quiera escuchar.


Justo antes de que comenzara a proyectarse el filme, Fol (nuestro gurú cinéfilo al que debemos, además de pleitesía, la buena organización del ciclo dominical de cine turco) hizo alarde de su sapiencia (infinita, he de añadir) y nos instruyó acerca del título de la película: "¿Sabéis por qué se llama Tres monos? Por la estatua esa en la que aparecen tres monos; uno tapándose la boca, otro los oídos y el otro los ojos". Interesante dato. Me he documentado y, por lo visto, esa estatua se llama Los tres monos sabios o místicos. Tiene su origen en las leyendas chinas que se difundieron en Japón a partir del siglo VIII. Sus nombres son Mizaru, Kikazaru e Iwazaru; en todos ellos se repite el sufijo 'zaru' que en japonés significa 'no hacer' y se pronuncia igual que mono ('saru'). Un juego de palabras y tres animales para representar al que no ve, al que no escucha y al que no dice.


Se le atribuye diferentes significados: todos tenemos virtudes y al menos un defecto; también hace referencia al miedo absoluto que siente el ser humano frente al peligro y está también la versión de la discreción: "No digas todo lo que sepas, no mires todo lo que debas, no creas todo lo que dicen".

Que cada uno saque sus propias conclusiones sobre qué mono es cada cual en la película...


LA ESCENA DAGUERROTIPO

Es una escana impactante. En ella se desvela una de las causas por la que esta familia turca está trastornada. Sin indicio alguno hasta la mitad de la película, de pronto una secuencia que comienza desenfocada y en la que se vislumbra una silueta que en el imaginario colectivo se identifiría como la de un extraterrestre aproximándose, termina siendo la figura de un niño, completamente mojado con enormes ojeras moradas, que se acerca a su hermano mayor y se tumba junto a él en la cama.



Obviamente, es una ilusión de Ismail porque el niño debió de morir en un triste accidente: imagino que estaba jugando en la terraza de la casa, llovía, se subió a la tapia, resbaló y cayó a la vía del tren que pasa al pie del hogar, amargo hogar.

DÓNDE


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viernes, 29 de octubre de 2010

Cerezos en flor. DORIS DÖRRE. Alemania, 2008.

Ella siempre soñó con ir a Japón, con ascender el monte Fuji, con bailar Butoh; con disfrutar del efímero espectáculo del florecimiento de los cerezos en primavera. Ese imaginario y toda la mitología construida sobre Japón han resultado las únicas vías de escape a su cuadriculada vida de madre modelo, esposa abngegada y perfecta ama de casa en un pueblecito alemán del interior. Su vida se ha escapado mientras ella se entregaba a su única labor; la de proporcionar tranquilidad, ni siquiera felicidad, a su marido; un burócrata de vida monótona y sin apenas inquietudes ajeno a los íntimos deseos de su mujer; el extraño que con su indiferencia acaba por tiranizar a su guardián. Y junto al del marido también su tiempo lo dedicó al cuidado y educación de sus tres hijos que, una vez emancipados, han perdido todo contacto sincero con sus padres; fruto de la tantas veces tratada por Ozu incomunicación y fractura generacional. Cría cuervos.


Cuando ella descubre que su marido tiene un cáncer terminal decide, pese a la atávica apatía de él, aprovechar el tiempo que les queda juntos y recuperar algunos de los antiguos proyectos comunes como el de visitar en Berlín a sus hijos o pasar una temporada en la playa. Con Japón, claro, siempre en la memoria.

Pero no es él, sino ella, será posible, justo cuando iba a ser libre, quien una mañana no despierta; y no es ella, sino él, tras darse cuenta de su dictadura ejercida durante toda su vida sobre los sueños de su mujer, quien se ve obligado, hereditariamente, a cumplir éstos.

Tokio le recibe luminoso, exuberante, colorista, hospitalario; no así su hijo que lleva cinco años trabajando como contable en la capital nipona y se resigna, por una obligación filial que le desagrada, a hospedar a su padre, a un estorbo, durante unos días. Los ecos de Ozu tan presentes durante la primera mitad del film, curiosamente desaparecen cuando Doris Dörrie filma con su cámara digital en Japón; y lo hace para proclamar que lo que una y otra vez contaba en sus películas el gran maestro japonés es extrapolable al mundo entero por igual.

Y mientras, nuestro protagonista, desamparado, desahuciado, despojado de su pilar vital de sustento, ajeno a sí mismo, penetra en los intestinos de la urbe mientras la música adquiere un toque de fábula y la fotografía barroca una aureola de misterio mágico y las imágenes se recrean en los ritmos de vida de sus habitantes, en su orgía de luces y sus ofertas sensuales, en sus vaivenes acompasados y sus flujos sistémicos, en sus parques y sus tradiciones… en sus cerezos en flor.

Ella había guardado durante toda su vida, como si de un tesoro se tratara, un pequeño libro de fotografías en el que ejecutaba movimientos de danza Butoh. Con este librito como brújula y fetichistamente vestido con las ropas de su esposa, él recorre la ciudad en busca de ese misterio intangible, para él aún incomprensible, que se expande en el interior de la cultura japonesa y que tanto fascinó a su mujer. Una verdad, un espíritu; un alma. Cosas que él nunca poseyó.


En plena búsqueda errática descubre a una joven bailarina que realiza en un parque público una extraña danza en la que mezcla conceptos más propios de las performances occidentales –como la introducción de un teléfono con el que dice poder hablar con su madre muerta- y de la danza contemporánea con técnicas sacadas de los teatros No y Kabuki. Él queda fascinado; ha conocido a su Caronte.

Así es como ambos, marido alimentado de remordimientos y deudas con su esposa fallecida, y  espiritual y floreciente barquera japonesa, emprenden el último viaje de aquél hasta los pies del Monte Fuji para reencontrarse allí con su mujer; un último viaje  hasta los lagos donde el monte mítico se refleja, en paralelo al que realiza Takeshi Kitano para despedirse de su silente y enferma esposa en Hana-Bi.




LA ESCENA DAGUERROTIPO

Él la ve bailar en el parque, bajo las flores de los cerezos y el colorido desbordante de la primavera japonesa y le pide que le enseñe algunos movimientos de Butoh para poder así comprender el deseo íntimo de su esposa; para poder asirlo, aprehenderlo; para, por fin, reencontrase con ella llevando a cabo su sueño.


Porque el Butoh es quizás la danza más cercana a la muerte, un lenguaje de un nuevo cuerpo que se mueve entre la vida y el más allá, una “danza hacia la oscuridad” que surge a finales de los años 40 a partir de los lentos y convulsivos movimientos realizados por los supervivientes a las bombas atómicas; personas en carne viva, sin cabello ni ojos, que no pueden poner en contacto las partes de su cuerpo para que no se peguen las heridas, que caminan faltos de oxígeno, trastavillados, como auténticos zombies que sólo en sus sombras logran reconocer el ser vivo que fueron antaño.


DÓNDE


Sin necesidad de descargar:
http://www.veocine.es/buscar_cerezos_en_flor.html


Descargándola:
http://www.veodescargas.com/estrenos-de-cine/2309-cerezos-flor-florecer-de-cerezos-2009-dvdscreener-espanol-drama.html#post6159



lunes, 25 de octubre de 2010

Goodbye Lenin. WOLFGANG BECKER, Alemania 2003

Esos carteles de Coca-cola, esos extraños comportamientos de sus hijos y sus amigos, ese novedoso sabor que tienen los pepinillos… Que la madre algo se huele es evidente; qué le vamos a hacer; pero a estas alturas la función debe continuar.


Un jovencísimo e imberbe presentador (“estas nuevas generaciones de patriotas qué bien preparadas vienen”, piensa ella) da la noticia: el recién nombrado Presidente de la República, antiguo cosmonauta, camarada de pies a cabeza, héroe nacional, anuncia la gran decisión (“sí que han cambiado las cosas desde que entré en coma”, recapacita la madre; “¡si tu supieras!”, podría haber replicado el hijo): un estado socialista no puede hacer oídos sordos a las demandas de asilo y acogida que a diario la RDA recibe por miles de desesperados ciudadanos occidentales. Por justicia social, por humanidad, es necesario derribar el muro y permitir la entrada a la parte oriental de toda esa ciudadanía del oeste hastiada de tanto sufrir un sistema económico y social asentado sobre el fomento del egoísmo, de la búsqueda de competitividad y del individualismo, basado en la explotación del hombre por el hombre, en la búsqueda de beneficios a corto plazo y en el consumismo irresponsable. Esa pobre gente, harta del ritmo lacerante de occidente, que busca con ansia un Estado interesado con sinceridad en el ser humano y en sus derechos universales, un país que trate por igual a unos y otros, que proporcione las mismas oportunidades, que se responsabilice de sus ciudadanos; que cumpla la máxima de que “cada uno por sus capacidades y a cada por sus necesidades”.


Ella mira, tras escuchar la noticia, con un orgullo indescriptible a su hijo (Daniel Brühl) mientras éste, solemne, disimula. Sonríe, esto merece ser creído. No hay cribas ni Stasis, no hay depresiones económicas ni falta de esperanza de bienestar y prosperidad, no hay estancamiento social ni mucho menos persecuciones ni delaciones entre vecinos y amigos, no hay desabastecimiento, claro que no, y los servicios públicos se prestan con una eficiencia envidiable, no hay errores en los planes quinquenales ni presupuestos militares desproporcionados, no hay cárceles ni torturas, no hay burocratización kafkiana ni trato deshumanizado ni tanques ni propaganda ni miedo; no hay miedo, no hay tristeza, no hay un color gris que todo lo cubre; ¡no!, ¿no lo habéis escuchado? Lo dice la tele; la revolución, por fin, por una vez, ha triunfado… Ya puedo morir tranquila.

LA ESCENA DAGUERROTIPO


Tras nueve meses en coma y varios más de recuperación sin salir de su habitación, la inquebrantable y fiel camarada decide abandonar la cama y aventurarse a la calle mientras su hijo duerme. Yann Tiersen de fondo cogiendo tono, in crescendo.



En la calle se cruza con unos jóvenes occidentales que se mudan a su edificio; sus ropas, los muebles coloristas y de diseño puramente "Ikea", sus iconos católicos, les delatan. Todo a su alrededor es extraño: Mercedes, BMWs, Carteles de multinacionales, de lencería o de Coca-Cola. ¿Qué está ocurriendo?


Un helicóptero se le acerca surcando el cielo, sus aspas sirven de ritmo para Yan Tiersen. El aparato lleva algo colgando sujeto por un gran arnés. Ella duda, no es posible: es una estatua de Lenin; como el Cristo de Fellini en La Dolce Vita, como el despiece de la estatua del gran líder soviético en La mirada de Ulises, como la gran mano que ese mismo director, Theo Angelopoulos, hace volar en Paisaje en la niebla.


La estatua se acerca, se trata de un Lenin amistoso que tiende su mano, casi suplicante, ofreciéndose antes de su destierro definitivo, reclamando ayuda a la vieja camarada para juntos recuperar la verdad del sistema de planificación central.

DÓNDE

http://www.gratispeliculas.org/descargar/good-bye-lenin-subtitulada-2-links-rs-rmvb/
o
ftp://193.233.43.49/OUT/Good%20bye%2c%20Lenin/Good%20bye,%20Lenin!.avi